
Ya con cierta reiteración, venía azotando en mi mente un sentimiento dual; aquella parte de mi ser que, a modo de conciencia, me exhortaba a deslindarme paulatinamente de este hermoso letargo vivencial (aunque suene paradójico) y emprender la búsqueda de una vía más consciente y comprometida con la circunstancia que me rodea, relegando, quizá, lo meramente placentero y sosegado, para priorizar, al menos por un tiempo, lo que podríamos llamar "lo trascendental”.
Por ahora vuelvo de un excelente viaje mochilero por las bellas tierras del sureste mexicano. Recorrí cuatro bellos estados; Yucatán, Campeche, Tabasco y Veracruz. Todos estos sitios con la entrañable compañía de Ana Caballero “Murz” y Miguel Ángel Ramírez, amistades internacionales que hicieron de esta experiencia un interesante experimento de personalidades divergentes en una convivencia casi inseparable. Externamos a lo largo de los días innumerables risas, abrazos, compartimos reflexiones, propiciamos profundos debates, e incluso tuvimos nuestro ineludible desencuentro y drama que amenazó la armonía grupal provocando su ligera tensión; sin embargo, al ver en retrospectiva este “gran mochilazo”, observo el maravilloso resultado, y gustoso confirmo el sincero anhelo de vivir otra aventura semejante.
Describir minuciosamente un mochilazo de diez días sería una ardua labor de redacción y, quizá, sugeriría demasiado contenido para este blog que se caracteriza por su brevedad. Esos escritos largos ya prevalecerán en la memoria en un diario de viajero. Por lo pronto iré describiendo en los próximos días lo vivido con cierto tinte anecdótico y reflexivo.
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