domingo, 26 de julio de 2009

Campeche, la ciudad amurallada

Ingresamos al estado occidental de la península de Yucatán, el bello Campeche. Vale la pena recordar que alguna vez la península entera fue un solo Estado, sin embargo los anhelos independentistas de los yucatecos llevaron al gobierno federal mexicano a fragmentar el territorio bajo la máxima de Julio César: Divide et vinces

Campeche debe su nombre al antiguo distrito maya de Can Pech, el cual fue conquistado por el mismísimo Francisco de Montijo que poco a poco se apoderó de la península entera. La ubicación de Santiago de Campeche fue estratégica, ya que conectaba la península con el incipiente puerto de Veracruz y permitía un flujo seguro de la marina española en una zona ya "pacificada"

Pronto vinieron los problemas, Campeche se convirtió en un poblado próspero que, con el paso del tiempo, se transformó en la ambición constante de piratas. Después de traumáticas experiencias con los mercenarios del mar, los campechanos decidieron amurallar su ciudad, y hoy en día se vive el recuerdo de esas históricas paredes que esconden detrás de sus muros una bella y pintoresca ciudad colonial.


Llegamos a Campeche por la noche y caminamos hasta la pequeña y delicadamente cuidada plaza central. Estuvimos en un pequeño hostal que se encontraba en frente de la catedral, "los monos" o "the monkey", no lo recuerdo ahora, lo que si recuerdo era su maravillosa vista de la plaza. Salimos a caminar por el apacible puerto en la búsqueda de un sitio para bailar, finalmente nos conformamos con el dulce andar a través del malecón y la bella plática que surge cuando la compañía es amena.

Al siguiente día conocimos la Catedral, la cual destaca por ser muy pobre artísticamente hablando, esperaba ver algo esplendoroso y encontramos pinturas que podría haber hecho mi hermanita. ¡Bah!, seguimos nuestro recorrido a través de museos y sitios de interés, quizá el punto más emblemático lo fue el fuerte de San Miguel.

Lo mejor vino después, caminando por las calles aledañas al centro, encontramos uno de esos bares-cantinas super populares, con puro hombre sombrerudo y mujeres bigotonas, y ¡ñor! fuimos a echarnos nuestra chela. Miguel, se quejó porque existía un ligero pero suficientemente notable olor a orínes, pero tampoco hizo el gran drama para que abandonaramos el lugar.

Había una música en vivo, bastante chafa para decir la verdad, pero al menos tocaron varias canciones norteñas que bailé con Murz, así como "la puerta negra", y las de Kpaz de la Sierra. Fue muy divertido, aunque desafortunadamente nuestro placer fue directamente proporcional a la ira que Miguel acumulaba, en pocas palabras, nuestro amigo Mickey enfureció.


Seguimos nuestro camino, encontramos una bella galería de arte y charlamos con los artistas internacionales que aportaban sus obras a una exposición de alta calidad. Ya con el envejecer de la tarde nos aproximamos al malecón para ver una bella puesta de sol. No faltaron los típicos policías aguafiestas que nos regañaron por andar tomando una cerveza, finalmente así se hizo de noche, con el brindis marinero que evoca el idilio de los sueños.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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