domingo, 26 de julio de 2009

Celestún, una tierra bendecida por Dios

Dejamos Mérida para dirigirnos a Celestún en el extremo occidental de la península. Este sitio es famoso por poseer la reserva ecológica de manglares más grande del país y contar con la presencia de flamencos todo el año; sin embargo, la mayor cantidad de estos ejemplares se encuentran en noviembre-diciembre y no en el verano, cuando varios de ellos migran a Cuba.

Investigué en internet referencias sobre el sitio. Varios relatos hacían referencia a campamentos que se llevaban a cabo exactamente al lado de los manglares, por lo cual, confiado llevé la casa de campaña de Karun para vivir más próxima la bella experiencia natural. Infelizmente llegué tarde con Murz a Celestún (ese día Mickey fue a conocer Chichen Itzá) y tuvimos la idea de acampar a la orilla del mar. Tuvimos la oportunidad de ver un bello atardecer mientras buscamos el sitio apropiado para instalarnos. La playa no era idónea para acampar,abundaban pescadores borrachos, zorras marinas y cuatrimotos que recorrian reiteradamente la zona. Recorrimos la playa y nos sentamos para platicar sobre el qué hacer; por mi parte no encontraba tanto peligro en acampar, pero para Murz, era simplemento inaceptable.

Desisitimos de acampar en el sitio y nos dirigimos al centro de Celestún a buscar un lugar para cenar y un hostal. Mientras cenabamos, la mesera nos platicó más acerca del lugar,nos dijo que efectivamente había zonas seguras para acampar dentro de la reserva. Sin perder el tiempo, emprendí una larga caminata para investigar sobre el supuesto sitio y ver si aún sería posible instalarnos. No fue viable, la reserva estaba totalmente oscura, resguardada por perros y no había ninguna persona con quien hablar al respecto.

Regresé al poblado de Celestún y vi a Murz junto con Miguel, quien ya se había reintegrado al trío. Un joven llamado José se aproximó a nosotros y "nos ofreció" un lugar seguro para acampar por 50 pesos. Viviamos momentos de incertidumbre y parecía una solución a la tensión generada. Terminamos por aceptar su propuesta.

Llegamos al sitio, no era particularmente bello sino más bien una zona que estaba en construcción al lado de los manglares. Montamos nuestras casas de campaña, nos rociamos en insecticida y transcurrió la noche.
Por la mañana el mismo José nos vendió un paseo en lancha-canoa por los manglares, nos llevó a ver múltiples aves, fuimos a la famosa zona donde habían dos grupos de flamencos distantes y dispersos y, finalmente, hicimos un último trayecto en bicicleta a través de una zona salobre sin mucha gracia.

No podría ser tan drástico al decir que nuestro viaje a Celestún fue un fracaso, pero definitivamente cometimos errores estratégicos y perdimos más tiempo de lo esperado. Todo esto llevó a un momento de ligera tensión en el viaje, más aún al saber que sería imposible llegar por la tarde a nuestro siguiente destino: Las ruinas mayas de Uxmal.

Aquí los dejo con el testimonio del tenso momento que vivimos al no saber con certeza hacia donde continuaría nuestro destino. Sin embargo, algo hermoso auguraba "el imponederable"

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