1. La conquista espiritual en el desierto.

Difícil empresa de inmensa magnitud que hace repensar el esfuerzo sobrehumano que implicaba recorrer tal travesía, la ardua y dificultosa tarea de invadir un territorio ajeno e intentar persuadir a extraños sobre la misericordia de un Dios que arrojaba a sus creyentes a matar atrozmente a todo aquel que renegara su forzada usurpación. La conquista fue cruel, de eso no hay duda; sin embargo las misiones son, quizá, el rostro más afable de aquel oprobioso pasado.
El misionero llegaba a ser la persona más ilustrada en aquel proceso de conquista, quien habitualmente asumía el papel de protector ante los abusos e impiedad de los españoles engreídos que pretendían hacer patente su autoridad a través de la violencia. Estos religiosos mediaron la relación entre ambas culturas, tuvieron el diálogo más próximo con los conquistados, aprendieron sus lenguas, intentaron comprender sus tradiciones y promovieron, quizá sin proponerlo, ese sincretismo cultural que es el México de hoy.
Pensar en la soledad de un lejano convento con el asecho incesante de nativos guerreros, con esa sufrida vida inmersa en un clima hostil, temperaturas ardientes y falta de líquido vital, me hace creer que aquella adversidad debió haber consolidado una fe sobrecargada, no racional, más bien como una necesidad de alienación reivindicatoria que pudiera justificar tal calamidad, empeorada aún más con el apego estricto al celibato, tan contradictorio y aberrante.
Por cierto, ¿alguien podría explicarme el por qué de una posición sexual llamada "misionero"? Quizá ni tan santos después de todo.
En fín, ahí estuvieron hace ya cientos de años aquellos que se decían discípulos de San Francisco de Asís e Ignacio de Loyola; los primeros aceptando sus característicos votos de pobreza y los segundos asumiéndose como soldados de Dios.
Sobresalen en la exposición las pinturas y esculturas sobre Francisco Xavier, el misionero ideal, que es representado con abriendose su sotana, para así permitir que el amor a Dios que guardaba en su corazón se desbordara e irradiara a los herejes.
También es notable el arte barroco y sus características contrareformistas que intentaban recuperar la credibilidad católica denostada por Martín Lutero. Aquellas imágenes de sufrimiento exacerbado, mostrando a Cristo totalmente ensangrentando y expresando un agónico dolor. Resulta impresionante observar como una religión puede hacer de la personificación del sufrimiento su imagen más atrayente, apelando a un único objetivo: la compasión.
2. El tocado fotográfico de David Lachapelle.

Su obra es extremadamente original, proyecta ideas interesantes y críticas de la sociedad posmoderna: excesos consumistas, alienaciones que envilecen las existencia, el culto a la belleza y al poder, la inminente destrucción ante la voraz depredación humana, etc.
La luminosidad es de suma importancia en sus fotografías, con ella manifiesta la esperanza, la trascendencia idílica que supera una vida tormentosa de ineludible dolor y permite entrever aquella puerta añorada hacia el paraíso prometido.

Supongamos que efectivamente existe el dogma de la trinidad, y que aquel hombre se trata de un Dios encarnado, y así, de repente se aparece por ahí caminando por el barrio bravo de Tepito (simplemente para mexicanizar la cuestión) ¿quién podría confiar en un hecho que se calificaría inmediatamente como charlatanería?, y más aún, si se piensa desde la manera en que Lachapelle arroja a su divinidad en un ambiente urbano con una vestimenta totalmente anacrónica, ¿se imaginan lo ridículo?. Alguien sugerirá: -podría demostrar sus dotes divinos a través de milagros-, entonces seguramente se le calificaría como un buen ilusionista, pero de igual modo, un farsante, y además se le acusaría de buscar una egocentrica notoriedad. ¡Vamos! Cristo se hizo famoso por su trágica muerte, sin ese desenlace hubiera fallecido inadvertidamente ante los ojos de la Historia; por lo tanto, si viniera al mundo nuevamente tendría que recurrir a otro desenlace trágico y atroz que pudiera despertar el morbo y curiosidad de la masa. Y muertes así: públicas y sanguinarias, están vetadas en casi todo el orbe por ser consideradas violaciones a los derechos humanos, ¿cómo identificar al cordero de Dios que quita los pecados del mundo?, ¿quién podría ayudarnos a conceder aquella injusticia?. Bien, entonces denle su voto al Verde Ecologista para que mate a los delincuentes, así quizá la sociedad se conmovería ante algún desafortunado martir, ¡que desdicha!...

Lachapelle toma otro elemento religioso en su obra: "the deluge" (el diluvio), fragmento bíblico que representa el renacimiento y la purificación de un mundo sumergido en el pecado. Es una excelente metáfora para repensar nuestro malsano posmodernismo y su relativismo moral. El sistema-mundo actual es injusto y perverso, la evolución humana no ha avanzado hacia un perfeccionamiento más racional y menos instintivo, el deseo de poder sobrepasa la simple supervivencia animal y conlleva a una competitividad enfocado a incrementar nuevos "bienes" bajo un esquema materialista que promueve un consumismo vano y contranatural, lo cual ha deteriorado irreversiblemente la vida propia y de demás seres que cohabitan con nuestra especie. Por eso, replantear un cambio de época a través de un cataclismo, promueve una idea reivindicatoria de la humanidad y una esperanza ante un nuevo comienzo, más mesurado, mejor ideado y con menos injusticia.
3. La arquitectura del Edificio y sus murales.

Ya de paso, si es posible el acceso, visiten el anfiteatro Simón Bolivar, lugar en el cual la UNAM da la bienvenida a personajes distinguidos del mundo para brindar conferencias. Hace no mucho tiempo tuve la oportunidad de escuchar al elocuente Presidente del Paraguay, el ex obispo Fernando Lugo.
***Agradecimientos especiales a Andrés Barrios por su grata compañía y su plática siempre tan amena y a la vez tan profunda. Agradezco también a Abril Arévalo por su recomendación.