domingo, 30 de agosto de 2009

Igreja Universal. Robando con fe (Parte 1)

Desde una edad temprana me alejé de cualquier credo religioso. Aunque durante mis primeros años estuve muy cercano al catolicismo. Esta secta, predominante en México, influyó mucho en mi niñez por dos factores; mi madre, originaria de Chihuahua, proviene de una familia fervorosamente creyente, y adicionalmente, por haber estudiado en escuelas maristas hasta la preparatoria.

Ya en la preparatoria el catolicismo fue por años mi objeto favorito de arteras críticas, encontraba sus dogmas insostenibles y arcaicos. Su institucionalización, a mi juicio, pervertía los principios que supuestamente habría pregonado Jesús en sus orígenes. Asimismo existía una multiplicidad de incoherencias históricas que eran incompatibles con un mínimo de razonamiento imparcial. Y lo peor, me parecía deleznable su manera de manipular a la gente para sostener una gran empresa multimillonaria a costa de millones de ingenuos. Pero creánme, había visto aún muy poco.

Quiero añadir que no me causa animadversión el relato bíblico. Comprendí sin mayor prejuicio que no podría criticar la cristiandad entera a causa de ciertos vicios enquistados en el seno de la gran Iglesia Católica Apostólica Romana. Poco a poco me fui adentrando en una concepción más amplia, al entender que aquel fundamento teológico generaba centenas de ramificaciones e intensos debates filosófico-hermenéuticos derivados del mismo mito. Estas diversas interpretaciones variaban desde las más bellas y puras concepciones altruistas sin fines de lucro como la Teología de la Liberación, o nuevas instituciones que acudieron a manipular y desvariar el contenido de las "Sagradas Escrituras" para consolidar un grandioso emporio financiero, basandose en una ingeniosa mercadotecnia y, perfeccionando por mucho los métodos lucrativos que la Iglesia católica ya había consolidado desde su milenaria constitución.

Al terminar mi preparatoria católica (CUM), realicé un intercambio académico promovido por Rotary International. Fue así que llegué a Brasil, país con la mayor cantidad de católicos del mundo y, al mismo tiempo, con una impresionante proliferación de nuevas sectas cristianas con mucho poder.

Mi estancia anual en Brasilia fue repartida entre dos familia; la primera de ellas me hospedó por ocho maravillosos meses, tiempo suficiente para ambientarme y adentrarme a su estilo de vida. Viví aquel tiempo en una lujosa morada ubicada en el exclusivo barrio de Lago Sul; mis nuevos padres derrochaban glamour, era gente de mundo que hablaba de literatura clásica, arte, viajes, vinos y demás detalles de una vida aristócrata. Desde mi primera noche con ellos, no faltó una pregunta que consideraron esencial “Luiz, ¿você segue alguma religião?”, con prudente franqueza dije “no, ninguna”. Mi respuesta afortunadamente fue muy bien recibida, e inmediatamente después de que mi padre exhalara un breve suspiro, me confesó su nerviosismo por aquel tema espinoso, ya que ellos se asumían abiertamente "contra-religiosos", y temían que yo resultara ser un mocho mexicano que podría sentirse lastimado ante sus constantes y mordaces burlas hacia todo tipo de credo.

Paradójicamente pocos días después, mi padre brasileño me platicó que trabajaba en un altísimo cargo de Tv Record, la segunda televisora más importante de Brasil, cuyo dueño era nada más y nada menos que Edir Macedo, fundador de la Igreja Universal, la empresa de fe más rentable de toda América del sur. -¡Qué extraño!-, pensé. Un día antes “mis padres” se habían declarado férreos opositores del credo cristiano, y ahora súbitamente me enteraba que la fortuna que ellos ostentaban provenía del engaño y manipulación de una poderosa secta brasileña.


Conforme avanzó mi estancia en Brasil, fui conociendo más de cerca los secretos y artimañas de la Igreja Universal. En varias ocasiones “mi padre” llegaba a casa enfurecido por situaciones de trabajo, me platicaba con indignación las injusticias que él mismo presenciaba en el seno administrativo de la Igreja Universal. Me platicó que a todos los empleados del gran emporio, sin importar cual fuera su creencia, se les descontaba automáticamente el diezmo de su salario quincenal. También me decía que tan sólo una minoría privilegiada tenía acceso a la seguridad social, ya que en la mayoría de los casos, esa relación laboral no estaba sustentada en un contrato. Ellos utilizaban la siguiente farsa “¿acaso no hay palabra más intachable que la palabra de Dios? No necesitamos firmar nada, eso es para gente impura y nosotros hemos sido bendecidos con gracia divina.” Sí, suena un argumento bastante imbécil, pero ahora comienzo realmente a acreditarlo.

Al comenzar mis estudios en Brasil, naturalmente fui ampliando mis vínculos sociales y, casualmente, mi compañero más próximo, amable y cercano pertenecía a la Igreja Universal. Tuvimos pláticas aberrantes sobre temáticas que consideraba ya superadas, así como la evolución o la igualdad de género. Realmente a mi amigo le parecía un ultraje obsceno el planteamiento darwiniano sobre la ascendencia de un antiguo primate (Un discurso casi idéntico al famosísimo niño predicador peruano) y peor aún, culpaba a las mujeres de las penurias del mundo por el atrevimiento de Eva a consumir el "fruto prohibido". Para él, lo único existente era la Biblia, lo demás sólo diatribas perniciosas que habían inventado las personas que no tenían fe. Por lo más increíble que parezca, terminamos por ser buenos amigos. Incluso en alguna ocasión me invitó a verlo tocar el piano a su Iglesia. Afortunadamente llegué tarde y sólo lo vi en el cierre de la ceremonia. Me había perdido la escandalosa manera de pedir “las contribuciones.”

Aquí los dejo con este vídeo que habla más que este propio escrito, simplemente observen el fanatismo exacerbado.





Al terminar mi año brasileño y volver a México, quedé impactado al ver que la Igreja Universal estaba en plena expansión en mi país, contaba con decenas de templos y un programa de televisión, el patético “Pare de sufrir”. Llegó el momento de desenmascarar el putrefacto cimiento de esta empresa de fe que, partiendo de un mito, se ha enriquecido cínicamente a costa de la desesperación de los excluidos, de la gente humilde y más vulnerable. Sí, igual que la Iglesia Católica, sólo que con un elaborado esquema de mercadotecnia encaminado a un solo punto, un lucro despiadado sin ningún rubor.

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