viernes, 7 de agosto de 2009

Catemaco, la charlatanería hecha turismo

En el sur de Veracruz, lugar de abundante agua y espesa selva; existe un lugar misterioso, para muchos mágico, místico, esotérico. Me refiero a Catemaco, sitio enclavado en la región de los Tuxtlas, la jungla más alejada del ecuador.

Este lugar inconexo por muchos años a cualquier vía de comunicación, tuvo que rascarse con sus propias uñas desde su fundación, y fue así que, ante la falta de profesionales científicos de la salud, se expandió de forma inusual, como uso y costumbre acudir con "el curandero" para solucionar molestias de cualquier tipo. ¡Ojo!, no pienso demeritar en este escrito los avances en herbolaria que poseen los pueblos mexicanos; sin embargo, tampoco sería lo suficientemente ingenuo para seguir fervientemente los rituales que involucran al espíritu humano con los astros, la naturaleza, las malas y las buenas vibras, la lectura del futuro y demás actividades "fuera de lo normal" que son ejecutadas por los chamanes, dejemoslo así, soy muy escéptico, me gusta creer que creo, pero en el fondo, siempre existe esa voz interna que me dice -, son sólo patrañas.-

Es asombroso como el misticisimo se ha vuelto una nítida actividad turística, ya que, evidentemente cuando hay dinero fácil, más que rápido se satura la competencia. Desde que llegamos a Catemaco no faltaron los "cazadores de turistas" que se acercaban mañosamente para ver qué se nos ofrecía, cada uno de ellos, de una manera sutil intentaba vender su "paquete de brujería" y presumía su proximidad y confianza con el más famoso y respetado brujo de Catemaco. Yo, pensando en la obviedad de que estos "señores generosos y sinceros" sólo buscan una rebanadita del pastel, preferí preguntarle directamente a los lugareños sobre el brujo más renombrado, casi todos coincidieron, se trata de Tito Gueixpal.

Llegamos al corazón del pueblito, ya sabrán queridos lectores, siempre con su kiosquito, su iglesita y sus puestitos de garnachas; y desde ese lugar nuevamente nos abordaron los "cazadores de turistas" con mayor tenacidad, nos hablaron maravillas sobre los rituales de brujería, exageraban al decir que los místicos del esoterísmo en ocasiones desfallecían al sustraer la energía negativa de sus clientes, que los huevos de gallina negra eran básicos para el ritual, que los ramajes limpiaban el alma, y bueno, otros tantos choros mareadores sobre la mágica que sólo en Catemaco era posible encontrar. Nosotros teníamos poco tiempo, entonces accedimos a tomar una lanchita para recorrer el lago. El tour por el lago, fue, sinceramente, una vil cochinada, no lo digo por el lago que es bello per se, sino por el paseo pinchurriento que no dejaba apreciar el paisaje de una manera apacible, y lo peor, ni siquiera se nos permitía ducharnos a medio lago. Pero eso sí, "el guía" nos iba diciendo cada babosada insulsa acerca de las casitas que estaban invadiendo la orilla del lago, -"Miren, esta es la casa de perenganita, y en esta otra casa grabaron la novelas de no sé qué, y este fue el primer hotelucho"-, cosas de ese tipo que a NADIE le importaba. En fin, el colmo fue que nos llevó a "una reserva ecológica", al menos eso nos daba cierta esperanza, pero para nuestro infortunio descubrimos que esa "reserva" no era más que un "spa" y, de manera adicional, tenía un costo de $50.00, y como esa era el día de la dilapidación imbécil, ni siquiera titubeamos en pagar el tostón. ¡Carajo!, ¿qué reserva ni que chingados?, entramos a un lugar totalmente turístico, nos hicieron una máscara de lodo, nos mostraron unas replicas de piezas prehispánicas e incluso osaron en querer vendernos una paletita. Y lo más patético de todo, al final nos pidieron una cuota voluntaria para "el guía", quien era un pobre pelmazo que hablaba todo de memoria y sin ningún entusiasmo. ¡Qué pena!, al menos ustedes están advertidos, si van a Catemaco no entren a Nanciyaga, porque van terminar sintiéndose como yo me sentí, sí, como un pendejo que desperdició parte del poco dinero que le quedaba.
Le pedimos al lanchero que nos dejara en un lugar propicio para acampar. Llegamos así a "la playita", sitio bello aunque un poco sucio. Estabamos practicamente solos y el sitio se veía sumamente tranquilo por lo que no existió objeción alguna para acampar. Yo entré casi inmediatamente al lago, estuve casi media hora en sus aguas verdosas hasta que salí para platicar con un matrimonio que estaban próximos a "nuestra zona". Me presenté como chihuahuense (porque ya ven que es común que a los chilangos nos odie la gente de provincia) , ellos se prentaron como "el flaco" y Maité y se ofrecieron a acompañarnos al pueblo de Catemaco por la noche y a guardar nuestras pertenencias para que nadie las robara.

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