lunes, 27 de abril de 2009

Tiempos de Influenza; suspensión de clases.

Un fantasma ronda la Ciudad de México, es el fantasma de la Influenza.

El día jueves 23 por la noche se consagraba un día de experiencias gratas; había sido mi primer día en mi nueva experiencia laboral como colaborador de Treff3. Realicé la cobertura de un evento sobre políticas educativas en América Latina, patrocinado por la fundación Konrad Adenauer y presentado en el Congreso de la Unión en San Lázaro. Regresaba a casa airoso e inspirado, pensando en la construcción del primer artículo para la revista electrónica y con la determinación de concluir mis estudios de Amparo para presentar un tedioso examen el viernes.

Ya casi a media noche, la niña irrumpió en mi recamara gritando con particular emoción, -¡Luis, mañana no hay clases!, las suspendieron. Me mostré incrédulo y no presté mucha atención, pero la niña no desistió e insistía con su extraña afirmación, exhortándome a ver las noticias para que viera por mis propios ojos su supuesto. -bien, veamos que pasa- accedí.

En cadena nacional hablaba el Secretario de Salud, José Ángel Córdova. Informaba a la población una decisión única en la Historia de México, una suspensión abrupta de labores escolares de manera indefinida por la amenaza de un virus mutado, totalmente nuevo y sumamente agresivo que ya había causado varios decesos. Aún así, me mostré escéptico, era difícil concebir a la UNAM totalmente cerrada, y más aún, tener la tranquilidad de que aquel examen de Amparo se tendría que posponer.

De manera inmediata abrí el computador y navegué por los más importantes periódicos del país; me quedé pasmado al darme cuenta la gravedad del asunto. No se trataba de un simple virus gripal, sino de una alarma mundial. Recordé un documental de la BBC que vi años atrás, en el cual se advertía el peligro de la gripe aviar y su posible transformación tendiente a afectar la inmunidad humana, lo que ocasionaría un potencial contagio en serie que arrasaría con una importante masa poblacional. Suspicacias y temores comenzaron a llegar en mi mente.

El viernes fue un día para estar en casa, traté de informarme lo más posible sobre la influenza y aprendí muchos datos interesantes: su composición, su hipotética trasmisión, estadísticas de afecciones, las epidemias y pandemias, etc. Jordy pasó a visitarme antes de comer, su plática, como siempre, estaba a la vanguardia de los hechos, describiendo con preocupación y asombro sus impresiones de una ciudad que se mostraba irreconocible. Después hablé con mi padre, quien siempre se ha caracterizado por su ironía, y desde luego, minimizó el problema.

En la tarde mis padres me habían invitado al teatro, por mi parte me sentía angustiado por el bombardeo informativo; no obstante la obra y su trama me parecían muy interesantes, además mis padres ridiculizaban mi negación acusándome de exagerado y paranoico; entonces yo, cabizbajo, alisandome la barba y atusandome el mostacho, terminé por decirles que sí los acompañaría, un poco a regañadientes y al mismo tiempo ilusionado.

Allí íbamos los tres en el carro, escuchando en la radio más y más precauciones sobre la pandemia: la gente moría, no existía cura, y no se sabía con exactitud su manera de transmisión. Entre mí pensé, -seguramente seremos los únicos osados que se presentarán a la función. Estaba en lo incorrecto, el teatro estaba lleno.

5 AÑOS DEL CíRCULO TEATRAL.

En los últimos meses he asistido a varias obras de teatro en este peculiar y bello recinto. Un escenario modesto y pequeño que permite una interacción mucho más directa entre el espectador y el actor. La selección de las piezas presentadas ha sido admirable, dando preeminencia a escritores latinoamericanos como Víctor Hugo Rascón Banda, Emilio Carballido y ahora el argentino Mario Diament.

La obra que conmemoró los 5 años de este excelente espacio cultural fue “Cita a ciegas”. Me pareció una actuación intachable, aunado a diálogos sumamente profundos que enmarcan los problemas existenciales propios de cualquier ser humano. La temática principal, podría decirlo así, sería el dilema interpretativo entre la casualidad y el destino, la coincidencia o lo predeterminado. Se retoma con maestría un concepto innegable: “cada acción repercute inexorablemente en nuestra existencia”, entonces, ¿qué pasaría si dejamos de efectuar cierta acción con consciencia?, ¿qué se podría modificar si actuamos de una manera impulsiva y arriesgada en una situación determinante?. La respuesta es muy sencilla, simplemente se seguiría una secuencia de hechos directamente relacionada con la acción u omisión. Queda quizá, el consuelo de imaginar mundos paralelos, en los cuales se suprime cierta acción del pasado y se brinda la posibilidad de recrear las circunstancias bajo el manto de otra realidad, en una vida diametralmente distinta.

Recomiendo ampliamente el Círculo teatral, y si un día van, no duden en invitarme. Gracias.

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