viernes, 4 de septiembre de 2009

Buenos vientos llegan del norte

Lo sé, esta entrada improvisada rompe el orden de una secuencia lógica de escritos referentes a la Iglesia Universal. Pensaba en este momento continuar con ese tema tan macabro y criticable, pero no, de repente llegó una serie de bellas sensaciones que deseo plasmar.

No cabe duda, me siento un bienaventurado en el mundo. Por ahora mis mayores quejas son meros embrollos existenciales del tipo “Caray, no sé qué hacer con mi vida”,La cagué por haber estudiado Derecho” o el típico autoreclamo de todos los días “Maldición, soy muy poco disciplinado”. Pero al final del día, cuando el sol se oculta y retorno a casa, no puedo dejar de pensar que realmente mi vida cotidiana es un vaivén de novedades, de bellas sorpresas y aprendizaje fresco. Desde luego existen los elementos reiterativos: el ejercicio matutino, el jocoso juego de palabras con Aurora por la mañana, los suspiros que me arranca la lejanía de España, la indignación de alguna nota en el periódico, las reflexiones de mi padre, las clases en la UNAM, la perdida de varios minutos en esa pendejada llamada Facebook (Caralibro) etc.

Ahora valoro más mi tiempo libre, realmente me gustaría creer que su utilización es la idónea, pero ¿cómo saberlo?, sinceramente no lo sé, aunque puedo decir que me he dedicado a hacer las actividades que más me gustan. Encuentro en este hecho una fascinación finita que no quisiera perder; sin embargo, soy cabalmente consciente de las fases de la vida, y sé que, infelizmente, todo se sujeta a cierta temporalidad, ya sea la vida, ya sea la simple rutina. Me da gusto sentirme revitalizado e impetuoso, y me entusiasma más aún observar que esa energía positiva se puede transmitir a los demás, que hay una magia interna que proviene después de un lúcido intercambio de ideas, concebir que se pueden comenzar a materializar proyectos a través de esa empatía, y que esa conexión pemite arrojarnos con mayor ahínco a la eterna lucha contra el tiempo que nos consume.

Hoy veo con particular alegría como el proyecto de la revista electrónica “Distintas Latitudes” que encabeza mi amigo Jordy Meléndez va adquiriendo cada vez mayor solidez, calidad y prestigio. Y no sólo eso, seguimos creciendo y ampliando el número de potenciales colaboradores con amistades brillantes como Fernando Falconi, Andrés Barrios, Sarasuadi Ochoa y Ana Caballero.

De las personas de mi insigne Facultad puedo decir muchas cosas. Aunque con menor frecuencia, sigo riendo a carcajadas por la ligereza y fino ingenio de Carlos Malacopa. Cada día aumenta más mi admiración por el esmero y vitalidad de Karun Yamin. Y, últimamente, he disfrutado mucho intercambiar palabras con Omar García, de espíritu crítico y ahora compañero fiel de Cienteca cada martes.

Mi hermano, el famoso “Bodo,” se encuentra en su fase más prolífica, hoy prácticamente se encerró en su cuarto para escribir una pieza de teatro completa, ya la leeré con calma al terminar este escrito.

A la “niña” (mi hermana menor) también le vino bien eso de entrar a la secundaria, la veo más elocuente y mejor dispuesta al diálogo; con decir que incluso la he visto escribir a escondidas y leer por las noches.

Mi padre últimamente me espera de la escuela para mostrarme nuevas reflexiones escritas sobre algún tema que abordamos el día anterior; entonces dialogamos, debatimos, llegamos a conclusiones juntos. Mientras estudio, o bueno, ya sincerandome, mientras estoy perdiendo el tiempo a lo pendejo en el Caralibro, mi padre se aproxima a mi cuarto y me deja en mi escritorio la revista Proceso, me sugiere algún artículo u obra literaria y después se va. Hoy por la mañana dialogamos casi una hora sobre un tema aparentemente ocioso: ¿Groenlandia sigue siendo dependiente de Dinamarca? Suena medio burdo, pero los invito a ahondar en el tema y después lo comentamos.

Cosas de la vida. Simplemente, cosas de la vida.

Bueno, y seguramente se preguntará el lector ¿Qué tienen que ver tantas tonterías escritas con el título de la entrada? Oh, bueno, en realidad perdí el hilo sobre lo que realmente deseaba escribir desde un comienzo, ya ven que esto de desvariar las cosas se me da muy a menudo. El hecho es que vengo regresando de la inauguración del festival de cine nórdico en la Cineteca Nacional, vi una película buenísima titulada “La casa de las mariposas negras” del director finlandés Dome Karukoski. Con esta película ya son dos sorpresas consecutivas del cine escandinavo, ya que tan solo la semana pasada había quedado totalmente fascinado por “Reprise, Vivir de nuevo” del director noruego Joachim Trier. Pues ya, era eso, por eso el título de la entrada.


Ah, y de colofón, ¿cómo olvidarlo? Conocí nada más y nada menos que a Carlos Bonfil, el gran crítico de cine de La Jornada, quien casualmente es amigo íntimo de Omar García. Sólo como dato curioso, platicamos largo tiempo mientras caminábamos en pos del metro, fue entonces cuando me dijo “¿Y tú, vienes mucho a la Cineteca?”, mi respuesta fue afirmativa. Me dijo, “Ah, bueno, pues cuando quieras háblame para venir a ver una película juntos” ¡Oba!, ¡que emoción!, ya comienzo a codearme con expertos del cine ¡Ay sí!, la verdad ¿para qué ocultarlo? Sí, me fascina la idea de comentar películas con un buen crítico de cine, será una estupenda oportunidad para seguir conociendo los secretos del séptimo arte.

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