domingo, 6 de septiembre de 2009

Aguacero en la Merced

El sábado me fui solo al Centro Histórico armado con mi fiel cámara para captar nuevos ángulos de renombrados sitios turísticos, buscar imágenes impactantes de rincones escondidos, crudos, de esos que nunca se han retratado y que están ahí, esperando a que llegue y los capture.

Tenía dos objetivos fotográficos: 1. los altares en honor a la Santa Muerte diseminados por varias calles sombrías y; 2. los ambulantes que están en todos lados. Para hacer mi recorrido comencé por Bellas Artes, caminé al Zócalo, ya de paso entré unos minutos a la catedral, seguí rumbo a Ex Teresa por la calle de Moneda y después me dirigí rumbo a la Merced, particularmente, a la calle de Santo Tomás, famosa por ser una zona de prostitución de bajo monto. Exactamente al momento de llegar, quizá por fortuna, comenzó a llover a cantaros, todas las personas huyeron y me quedé solo, sí, muy solo hasta que encontré un pequeño resguardo precisamente en frente de un imponente altar de La Santa Muerte; de repente, exactamente en el momento que saqué mi camara, sentí que alguien saltaba decididamente atrás de mi, y pensé -Que imbécil, ahora sí ya me asaltaron-, al voltear cautelosamente me di cuenta que era un inofensivo niño gordito que también buscaba protección. ¡Uff!.

Preferí moverme de aquel lugar, en verdad Santo Tomás es una calle macabra. Me dirigí rumbo al Mercado de Sonora en busca de más fotografías, no obstante la lluvia no cesó, más bien se acentuó y nuevamente me quedé resguardado, esta vez, en un techito compartido con otra veintena de cobardes que observaban preocupadas la furia del cielo. ¡Bah! con lo que me encanta mojarme, pero en ese momento no quería que mi mochila se empapara, llevaba mi cámara y algunos libros. Pasaron cinco, diez, quince, veinte minutos y la lluvia se mantenía con una tremenda fuerza. La gente corría, se desesperaba, maldecía, se indignaba. Comenzó a volverse una situación jocosa; ya después de media hora de estar apretado bajo ese techito, saqué mi cámara y me divertí al retratar a la gente apresurada por no empaparse, no faltaron resbalones, gritos y claxonazos a cada momento; la ciudad era un completo caos, pero ese caos fue aprovechado, ¿saben por quién? por decenas de ambulantes astutos que salieron de no sé donde con plásticos y paraguas.-Lleve su impermeable de a cinco varos, cinco varos le vale, cinco varos le cuestaaaa...- cantaban los informales con el típico acentito chilangazo. ¡Arriba el oportunismo mexicano!, me encanta este país.

Prácticamente pasé dos horas en la calle sin poder moverme, los charcos comenzaban a crecer hasta volverse amenazantes, algunos hombres valerosos se arriesgaban a correr de techito en techito hasta que la intensidad disminuyó considerablemente. Había llegado el momento de seguir con mi camino. Próximo destino: El Mercado de Sonora.

La Merced estaba irreconocible, muchos puestos habían quedado inundados; calles enteras se asemejaban a los canales Xochimilco; pero aun así algunos niños con espíritu lúdico revoloteaban sonrrientes en las aguas negras.
La solidaridad fue necesaria, acudí al socorro de tres señoras regordetas que eran incapaces de eviatr un charcote y, finalmente, después de media tarde perdida, llegué al Mercado...

Aquí los dejo con las mejores imágines del "Diluvio en la Merced":

Resguardado con una veintena de miedosos

Dos valientes se lanzan a cruzar la avenida

Foto irónica

Niños descansan después del diluvio.

La Merced bajo el agua.


Aparentemente todo regresa a la normalidad.


1 comentario:

V E bread@water dijo...

Luis Gabriel: recorri paso a paso `tu aguacero en la merced y creo que hasta me moje un poco, Felicidades por esa forma de escribir cosas tan sencillas del diario vivir llevando todo con elegancia a su minima expresion de sencillez con un ligero toque de ironia.
V Bread&water