martes, 31 de marzo de 2009

Peripecias en DF y el majestuoso Nevado de Toluca

El día viernes 27 regresó a la Cuidad de México Valérie Parent, amiga de Bélgica (de la región de Flandes). Con esta ocasión ya son tres las veces que pisa el valle de Anáhuac desde que la conozco, es decir, hace un mes y medio. Valérie se encuentra haciendo un ambicioso viaje que contempla visitar México (centro y sureste), Guatemala y Cuba en un lapso aproximado de 5 meses.

Durante su primera visita a tierras chilangas vivimos una semana sumamente dinámica, en la cual visitamos los lugares más emblemáticos del DF, fuimos a fiestas familiares, salimos con amigos, cantamos, reímos y degustamos los platillos más exquisitos y variados de esta peculiar zona del mundo.

Valérie siguió su intrépido viaje, conoció Tequisquiapan, Querétaro, Peña de Bernal, y posteriormente nos reencontramos en Morelia, en un trayecto lleno de sorpresas por haberme permitido reencontrar a otro amigo de la secundaria que por casualidades del destino hospedaba a Valérie a través de couchsurfing, hablo de Jesús Alfonso Pérez Negrón
("Negrito-Negrón" para los cuates) .
Recorrimos en compañía de Jordy, Natalia y un hippie que recogimos en la carretera, la reserva de la Biosfera de las mariposas monarca. Fue divertido, reflexivo y alucinante.

Esta tercera vez su llegada fue el aliciente perfecto para programar una semana llena de actividades, creo que jamás había paseado tanto por mi propia ciudad en tan poco tiempo. Créanme, fueron días genuinamente fructíferos.
Quería enseñarle a Valérie una de las zonas más populares de nuestra ajetreada ciudad, el famoso y caótico barrio bravo de Tepito. Al comentarle a mis amigos nuestro “osado plan” todos decían: - pero, ¿cómo?, es muy peligroso.- Y fue tal el bombardeo de malos augurios que incluso llegué a dudar en llevarla.
El sábado por la mañana, le pregunté si aún estaba dispuesta a conocer el barrio más popular de nuestra ciudad y le platiqué grosso modo la variedad de mercancías y folklor que íbamos a encontrar, y al ver su firme intensión ya sin titubear marchamos rumbo a nuestro primer destino mañanero: la gran meca de la ilegalidad mexicana.
Disfracé a Valérie para que no se viera tan extranjera, utilizamos una sudadera de la selección mexicana, unos lentes de sol y una gorra de Tecate; -Ahora sí Valérie, pareces totalmente una chilanga-. Después me comentó, -y tú, ¿no te vas a disfrazar?-. Y yo, aunque no lo necesitaba, opté por usar mi camisa sacra de “El Rostro Divino”, nada mal para un día tradicionalmente religioso en el Tepito profundo.

Arribamos al barrio bravo, caminamos entre los sonoros gritos de los comerciantes, el crisol de colores y mercancías piratas de todo tipo. Muchas personas iban acompañadas de una pequeña figura de San Martín de Porres, ya que casualmente aquel día coincidía con la fiesta de aquel santo patrono. Le mostré a Valérie las zonas más famosas del barrio bravo, entramos a algunas vecindades tradicionales y después de internarnos en el enorme mercado terminé por desubicarme, pero "preguntando se llega a Roma" y así un señor extremadamente amable me oriento nuevamente para llegar a los más renombrados tacos de papa en la calle Matamoros, ahí Valérie experimentó el elixir fermentado de nuestro México Distrito-Federal, me refiero al típico tepache. Después proseguimos con algunas compras y nos retiramos del ajetreo y gentío tepiteño.

Visitamos la Biblioteca Vasconcelos, el gran “elefante blanco” del foxismo. Aprovechamos para tener un instante de relajación y lectura. No fue mucho tiempo, al poco tiempo partimos en pos del Palacio de Correos (al lado de Bella Artes) pero aún antes de llegar a nuestro próximo destino pasamos por la plaza del mariachi, la insigne Garibalidi, lugar donde escuchamos la canción mexicana predilecta de mi acompañante: "Cielo rojo".
En el palacio de correos Valérie envión algunas postales a sus bienqueridos y distantes belgas , y ya de paso visitamos también el bello Museo de la Marina, con sus maquetas tan detalladas y la interesante historia de la navegación. Es un sitio pequeño pero sumamente recomendable, sobretodo por la representación de la batalla entre españoles y mexicas antes de la definitiva caída de Tenochtitlán, aquel lejano 1521.
Volvimos a casa, tomamos un baño y partimos con Malacopa al festival de jazz del CNA (Centro Nacional de las Artes). Valérie tenía un peculiar interés por ver a sus colegas belgas tocar, ellos formaban un extraordinario cuarteto, dirigido por el aclamado compositor flamenco Tuen Verbruggen. Fue estupendo sentir como existe una conexión entre la música y la relajación corporal, dejarse perder por unos momentos en un placer sensorial como resultado de una bella sintonía entre el sonido, la mente y el cuerpo.

Para seguir con nuestro tremendo programa, regresamos al Centro Histórico, esta vez al corazó de la ciudad, el zócalo. Presenciamos un evento de particular trascendencia, denominado "Apaga la luz por 60 minutos”, su objetivo: crear consciencia sobre el Cambio Climático. No estuvo mal, finalmente es importante difundir el mensaje sobre la apocalíptica realidad de nuestro planeta; no obstante, me dio coraje ver a varios imbéciles repartiendo pequeños tubos de luz neón entre los presentes, finalmente es basura desechable sin posibilidad de reciclaje. ¿Que rollo?, se trata de luchar contra la contaminación y estos descerebrados repartiendo a diestra y siniestra basura. ¡Carajo! ¿que clase de ambientalistas organizaron el evento?.
Presenciamos el discurso de Marcelo Ebrard, hubo danzas de concheros y poesía en náhuatl. Platicamos muchos sobre el medio ambiente, compartimos ideas, experiencias e ideales. Llegó al fin el momento del gran apagón, fue muy emotivo, la gente saltaba y gritaba con energía. -¡Apaga la luz, cuidemos el planeta!-, -¡Hagamos conciencia, la tierra se calienta!-.


Para seguir con aquel fabuloso día nos dirigimos al bar de jazz “El Zinco”. Platicamos sosegadamente y convivimos con el profesor de piano de Valérie, un chico muy simpático de origen peruano-belga que trajo consigo deliciosos chocolates Cote d’ Ivore para regalar, nos dio dos ejemplares de aquella renombrada exquisitez europea para que Valérie los utilizara unos días después en un mole belga-mexicano que deleitó todos los paladares.
Al salir del jazz nos dirigimos con Malacopa y otros compañeros de la Facultad a un bar cubano en la colonia Condesa, en verdad estábamos demasiado cansados, pero aún así bailamos mucho hasta que realmente las piernas comenzaron a tremer de agotamiento; llegó el momento de partir, un domingo volcánico nos esperaba.

LA CONQUISTA DEL CIELO.

Con la voluntad de salir del estrés citadino, pensé en organizar una caminata de montaña. Siempre he disfrutado escalar y conquistar cumbres, aunque por ahora mis números y experiencia sea todavía limitada. Llegan a mi mente recuerdos de la niñez, subiendo el Cerro de la Estrella con mi hermano y con mi papá, los Dinamos, el Cerro Grande de Chihuahua y el Tepozteco. Y bueno, los gratos recuerdos internacionales, escalando las empinadas montañas de Grenoble con Jordy, Charlotte y Miguel; el bello montañismo con Sergiao a los alrededores de Ouro Preto, Brasil y la reciente conquista con Lalo del volcán Pacaya en Guatemala.

Esta vez llegaba la hora de avizorar uno de los volcanes más altos de México, el espectacular Nevado de Toluca o Xinantécatl de 4, 690 metros de altura. Este volcán de tipo stromboliano se encuentra inactivo y su cráter tiene dos majestuosas lagunas: la del sol y la de la luna.

Éramos 5 los expedicionarios: Valérie Parent, Marlene Díaz, Karun Yamin Yatani, Manuel Vázquez y el escritor. Grupo compacto, deseoso de conquistar la cuarta cumbre más alta del país y amenizar aquel paisaje con una guitarra trovadora.

Llegamos a los pies del volcán a las 10:30am, atravesamos la reserva natural y prácticamente conseguimos estacionar el automóvil a tan sólo 2km del cráter. La falta de oxígeno era perceptible con el denominado "mal de altura". El aire golpeaba fuerte y frío; tomamos nuestras provisiones alimenticias, la emblemática guitarra, un banderín de los pumas y comenzamos a subir hasta la cumbre. Al llegar a la cima, observamos un paisaje fantástico, se podían ver las dos lagunas en su esplendor y un paisaje semidesértico repleto de pequeños matorrales. Fue el momento de gritar con estridencia la famosa porra de nuestra Universidad (que por cierto Valérie ya dominaba)- “1, 2, 3.. ¡Pumas!, ¡México!, ¡Universidad!.. Goya, Goya cachun cachun ra ra, cachun cachun ra ra… Goya ¡Universidad!”

Descendimos en el cráter hasta llegar a la laguna de la luna, reposamos y comimos nuestras tortas de atún, cantamos algunas canciones conocidas que forman parte del repertorio de nuestros distinguidos guitarristas Karun y Manuel; corrimos alrededor del lago y gritamos con estridencia para escuchar nuestros ecos retumbando en el más allá.

Dentro del propio cráter existe otra montaña que divide las dos lagunas, en aquel pináculo se puede tener una vista bellísima de aquel paisaje inhóspito, así que, decidimos subir, no sin antes cantar la ya tradicional, y ahora internacionalmente conocida “Nube de algodón” de Karun Yamin.
Al comienzo los únicos que se animaron a llegar a llegar al punto más alto fueron Karun, Valérie y yo, pero después de haber encontrado rastros de nieve exhorté a Manuel y Marlene para que subieran con nosotros.
Finalmente llegamos a un lugar con nieve, no mucha, pero finalmente estaba ahí, tomando en cuenta que es primavera. ¡Caramba!, aunque debo que reconocer que mis bruscos movimientos en la montaña hicieron que mi corazón palpitara excesivamente, después vino un mareo y comprendí que todo se debía a la gran altura de aquel paraje. Sí, falta de experiencia, ahora prevalecerá la cautela ante situaciones semejantes.
Llegamos a la cumbre y quedamos arrobados con la imagen de ambas lagunas, sobretodo la del sol, que lucía con un color verde turquesa muy impactante. Aprovechamos aquel panorama para reposar y seguir cantando mientras la tarde transcurría apaciblmente

Comenzamos a retirarnos a las 4:30pm con el temor de no encontrar más luz a nuestro regreso, creo que fuimos los últimos en salir. Intentamos contribuir con el ambiente, recogimos algo de basura que veíamos a nuestro paso, que no era mucha, pero que nunca falta. Comenzó nuestro regreso a la Ciudad de México y Manuel nos propuso ir por unas quesadillas a la Marquesa, todos lo secundamos, pero acercándose la noche cambiamos el plan y fuimos al centro de Toluca por unas tortas de chorizo que Manuel recomendó con muchísima emoción en un lugar llamado "La vaquita negra". Ya satisfechos, caminamos amenamente por aquella ciudad satélite y volvimos a casa totalmente agotados, pensando en tantas cosas que quedan por hacer y por descubrir.

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