domingo, 22 de marzo de 2009

Un proyecto ambientalista

Definir los ideales personales siempre resulta bastante complicado, más aun ante el indefectible pasar del tiempo que todo lo cambia y nos arroja ante innumerables descubrimientos; entonces, el planteamiento estricto de un ideal sería someter nuestra condición a un criterio reduccionista ante un mundo que brinda tanta variedad en su compleja constitución.

No obstante, de entre todos aquellas reflexiones que sacuden mi conciencia siempre hay una que prevalece, que en ocasiones se encuentra disminuida pero es capaz de resurgir con mayor fuerza y gran anhelo de acción, saben de que hablo: mi vocación ambiental.

Hace sólo tres meses me encontraba en Dublín con la idea de realizar una estancia de ocho meses en la bella Isla Esmeralda. Mi objetivo principal, por así decirlo, era encontrar un espacio de introspección, de lejanía, que me hiciera repensar la vida y forjar un estrategia viable para consolidar un proyecto con potencial de materialización, sin embargo las dudas surgieron de manera natural.

La calidad de vida en Irlanda es una de las más altas de Europa y su historia resulta asombrosa, ya que de ser uno de los países más pobres del viejo continente, en un periodo de 20 años se transformó en una de las economías más desarrolladas del orbe. La gente en general es amable, la ciudad sumamente cosmopolita y la remuneración a cualquier trabajo es gigantesca en comparación a nuestro México. ¿Por qué pensé en Irlanda? Quizá sería una pregunta que debí de haber hecho con mayor detenimiento antes de tomar determinaciones, y la respuesta puede manifestarse en dos sentidos:

1. Mi hermano tenía ya 5 meses viviendo en Dublín y en aquel tiempo obtuvo un trabajo estable, decenas de amistades, delirantes anécdotas y sobretodo gran madurez e independencia. Al idealizar la vida de mi hermano, con un bello trabajo y una vida halagüeña, tenía una referencia directa y cierta de aquello que podría encontrar, por lo tanto me daba cierta seguridad recorrer un camino ya trabajado.

2. La ventaja de la lengua inglesa. Siempre he sido torpe con el inglés y viviendo en aquel país por consecuencia lógica adoptaría rápidamente una inusual fluidez, muy útil desde cualquier punto de vista.


Salí de la Ciudad de México el 18 de diciembre del 2008, llegué a la capital irlandesa un día después para permanecer ahí durante 18 días, un lapso que me arrojó a innumerables introspecciones y consideraciones objetivas que permitieran elegir el mejor camino ante suspicacias tan ambivalentes. Mis días en Irlanda por lo general fueron muy enriquecedores y bellos, caminando por las calles, conociendo con mayor profundidad a mi hermano y descubriendo la realidad que vivió durante sus primeros días en aquel país; también me visitaron varios amigos, ya sea por coincidencia o por acuerdo. Encontré a una estimada colega francesa que conocí en la Ciudad de México y algún día visité en Grenoble junto a su familia y su novio, me refiero a la simpática Charlotte Giovansili; después arribó Marianini (la novia de mi hermano) y Gabriel (el hermano de Marianini) mejor conocido como “Chiquilín” de manera irónica ya que mide casi dos metros; posteriormente un buen amigo de mi Facultad que vivía en Sevilla, el famoso Carlos Malacopa; poco después hizo su presencia mi entrañable amigo Jordy acompañado de otra amiga española; y para finalizar invité a pasar el año nuevo con nosotros a tres amigas belgas que fueron excelentes anfitrionas en aquel inolvidable verano del 2007 en Bruselas.

Prácticamente Irlanda se transformó en un mundo alterno que tenía poco que ver con la atmósfera local, era una invasión belga-mexicana que disfrutó de bares célticos, cerveza Guiness y estofados, pero que estuvo alejada de una verdadera compañía de lugareños. Mi deseado viaje de introspección y reflexión había mutado en fiestas interminables e infinita alegría. Viví momentos de éxtasis saltando con mis amigos a las orillas de Liffey river, cantando “cielito lindo” y “Aisha”, danzando Certe Notti (mi canción predilecta) con una italiana a las 4:00am, viajando en caravana a Belfast y platicando de comics y lucha libre con Malacopa, en fin, un viaje hartamente placentero e irrepetible.


Al terminar la gran fiesta de año nuevo, después de prolongadas noches de festejos y expectativas ya concluidas, llegó a mi mente, como si se tratara de un súbito torrente, un cúmulo de reflexiones que fueron el presagio de una gran indecisión, ¿qué hacer con mi vida?, ¿realmente estaba satisfecho hasta aquel punto con lo realizado?, ¿me podía realmente sentir orgulloso de tanto hedonismo?, ¿y los ideales?, ¿dónde quedaron?, ¿qué fue de aquel bello discurso que incluía un verdadero compromiso histórico?, ¿existía?. Comencé a imaginar mi vida en Irlanda, sí, siempre el mundo representado se adecua a la voluntad individual, pero de manera inusitada comencé a dudar ampliamente sobre mi deseo original de permanecer en aquel país; mis perspectivas podrían ser envidiables: buscar un trabajo sencillo, tener un elevado salario en caso de tener fortuna y después viajar y seguir viajando, regresaría a México para concluir mi carrera y estabilizarme de manera natural[...] sonaba bien, era seductor, ¿quién podría negarlo?. Pero en el fondo había algo que me incomodaba, saber que postergaría nuevamente aquellos ideales y viviría por inercia en el desenfreno y festejo constante que se tornaría en un vacío interno, algo difícil de soslayar. Dejé Irlanda el dia 6 de enero con mi hermano, surgió la loca idea de irme a la India unos 5 meses, y lo hubiera hecho si los trámites hubieran sido más sencillos. Fuimos a Londres unos días, después pasamos casi dos semanas en Portugal y en aquel bello país marinero cumplí mis 23 años, definitivamente aquel aniversario fue uno de los días más bellos de toda mi vida, ya que dos portuguesas y una chica mexicana de una manera fraternal me pasearon junto a mi hermano por la ciudad de Oporto, nos llevaron a los sitios más bellos y me invitaron a cenar unos mariscos deliciosos. Pero algo era cierto, ¡ya tenía 23 años!, ya no es poca cosa, ya no hay tanta inocencia, ya hay más responsabilidades (aunque sea una ficción) y también hay más conciencia. Los días subsecuentes a aquel hermoso día fueron decisivos en la toma de decisiones, ya mis dudas se habían reducido a dos vías: 1. Quedarme en Europa hasta agosto, buscar un trabajo y establecerme en alguna ciudad; 2. Regresar a México, entrar de lleno a la materialización de proyectos ambientales y terminar la carrera.


Platiqué con mis padres, conversé con amigos y tomé la determinación de volver. Después de Portugal visité España y Marruecos con mi hermano y Malacopa, y el día 11 de febrero tomé un avión desde Dublín para regresar formalmente a la Facultad de Derecho el día 12.

Desde que regresé encontré una particular revitalización de los anhelos ambientalistas que siempre pregoné, pienso en nuevos proyectos y me apasiona conocer los múltiples campos de acción que existen ante la mayor crisis que afronta el planeta. En ocasiones, al comprender el grado de destrucción alcanzado se presiente un desalentador sentimiento de impotencia, pareciera inminente el caos, sin embargo no me cabe la menor duda que veo en ello la lucha más loable y digna de nuestra generación y seguramente de aquellas que quizá lleguen a subsistir en el futuro.

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