martes, 31 de marzo de 2009

Peripecias en DF y el majestuoso Nevado de Toluca

El día viernes 27 regresó a la Cuidad de México Valérie Parent, amiga de Bélgica (de la región de Flandes). Con esta ocasión ya son tres las veces que pisa el valle de Anáhuac desde que la conozco, es decir, hace un mes y medio. Valérie se encuentra haciendo un ambicioso viaje que contempla visitar México (centro y sureste), Guatemala y Cuba en un lapso aproximado de 5 meses.

Durante su primera visita a tierras chilangas vivimos una semana sumamente dinámica, en la cual visitamos los lugares más emblemáticos del DF, fuimos a fiestas familiares, salimos con amigos, cantamos, reímos y degustamos los platillos más exquisitos y variados de esta peculiar zona del mundo.

Valérie siguió su intrépido viaje, conoció Tequisquiapan, Querétaro, Peña de Bernal, y posteriormente nos reencontramos en Morelia, en un trayecto lleno de sorpresas por haberme permitido reencontrar a otro amigo de la secundaria que por casualidades del destino hospedaba a Valérie a través de couchsurfing, hablo de Jesús Alfonso Pérez Negrón
("Negrito-Negrón" para los cuates) .
Recorrimos en compañía de Jordy, Natalia y un hippie que recogimos en la carretera, la reserva de la Biosfera de las mariposas monarca. Fue divertido, reflexivo y alucinante.

Esta tercera vez su llegada fue el aliciente perfecto para programar una semana llena de actividades, creo que jamás había paseado tanto por mi propia ciudad en tan poco tiempo. Créanme, fueron días genuinamente fructíferos.
Quería enseñarle a Valérie una de las zonas más populares de nuestra ajetreada ciudad, el famoso y caótico barrio bravo de Tepito. Al comentarle a mis amigos nuestro “osado plan” todos decían: - pero, ¿cómo?, es muy peligroso.- Y fue tal el bombardeo de malos augurios que incluso llegué a dudar en llevarla.
El sábado por la mañana, le pregunté si aún estaba dispuesta a conocer el barrio más popular de nuestra ciudad y le platiqué grosso modo la variedad de mercancías y folklor que íbamos a encontrar, y al ver su firme intensión ya sin titubear marchamos rumbo a nuestro primer destino mañanero: la gran meca de la ilegalidad mexicana.
Disfracé a Valérie para que no se viera tan extranjera, utilizamos una sudadera de la selección mexicana, unos lentes de sol y una gorra de Tecate; -Ahora sí Valérie, pareces totalmente una chilanga-. Después me comentó, -y tú, ¿no te vas a disfrazar?-. Y yo, aunque no lo necesitaba, opté por usar mi camisa sacra de “El Rostro Divino”, nada mal para un día tradicionalmente religioso en el Tepito profundo.

Arribamos al barrio bravo, caminamos entre los sonoros gritos de los comerciantes, el crisol de colores y mercancías piratas de todo tipo. Muchas personas iban acompañadas de una pequeña figura de San Martín de Porres, ya que casualmente aquel día coincidía con la fiesta de aquel santo patrono. Le mostré a Valérie las zonas más famosas del barrio bravo, entramos a algunas vecindades tradicionales y después de internarnos en el enorme mercado terminé por desubicarme, pero "preguntando se llega a Roma" y así un señor extremadamente amable me oriento nuevamente para llegar a los más renombrados tacos de papa en la calle Matamoros, ahí Valérie experimentó el elixir fermentado de nuestro México Distrito-Federal, me refiero al típico tepache. Después proseguimos con algunas compras y nos retiramos del ajetreo y gentío tepiteño.

Visitamos la Biblioteca Vasconcelos, el gran “elefante blanco” del foxismo. Aprovechamos para tener un instante de relajación y lectura. No fue mucho tiempo, al poco tiempo partimos en pos del Palacio de Correos (al lado de Bella Artes) pero aún antes de llegar a nuestro próximo destino pasamos por la plaza del mariachi, la insigne Garibalidi, lugar donde escuchamos la canción mexicana predilecta de mi acompañante: "Cielo rojo".
En el palacio de correos Valérie envión algunas postales a sus bienqueridos y distantes belgas , y ya de paso visitamos también el bello Museo de la Marina, con sus maquetas tan detalladas y la interesante historia de la navegación. Es un sitio pequeño pero sumamente recomendable, sobretodo por la representación de la batalla entre españoles y mexicas antes de la definitiva caída de Tenochtitlán, aquel lejano 1521.
Volvimos a casa, tomamos un baño y partimos con Malacopa al festival de jazz del CNA (Centro Nacional de las Artes). Valérie tenía un peculiar interés por ver a sus colegas belgas tocar, ellos formaban un extraordinario cuarteto, dirigido por el aclamado compositor flamenco Tuen Verbruggen. Fue estupendo sentir como existe una conexión entre la música y la relajación corporal, dejarse perder por unos momentos en un placer sensorial como resultado de una bella sintonía entre el sonido, la mente y el cuerpo.

Para seguir con nuestro tremendo programa, regresamos al Centro Histórico, esta vez al corazó de la ciudad, el zócalo. Presenciamos un evento de particular trascendencia, denominado "Apaga la luz por 60 minutos”, su objetivo: crear consciencia sobre el Cambio Climático. No estuvo mal, finalmente es importante difundir el mensaje sobre la apocalíptica realidad de nuestro planeta; no obstante, me dio coraje ver a varios imbéciles repartiendo pequeños tubos de luz neón entre los presentes, finalmente es basura desechable sin posibilidad de reciclaje. ¿Que rollo?, se trata de luchar contra la contaminación y estos descerebrados repartiendo a diestra y siniestra basura. ¡Carajo! ¿que clase de ambientalistas organizaron el evento?.
Presenciamos el discurso de Marcelo Ebrard, hubo danzas de concheros y poesía en náhuatl. Platicamos muchos sobre el medio ambiente, compartimos ideas, experiencias e ideales. Llegó al fin el momento del gran apagón, fue muy emotivo, la gente saltaba y gritaba con energía. -¡Apaga la luz, cuidemos el planeta!-, -¡Hagamos conciencia, la tierra se calienta!-.


Para seguir con aquel fabuloso día nos dirigimos al bar de jazz “El Zinco”. Platicamos sosegadamente y convivimos con el profesor de piano de Valérie, un chico muy simpático de origen peruano-belga que trajo consigo deliciosos chocolates Cote d’ Ivore para regalar, nos dio dos ejemplares de aquella renombrada exquisitez europea para que Valérie los utilizara unos días después en un mole belga-mexicano que deleitó todos los paladares.
Al salir del jazz nos dirigimos con Malacopa y otros compañeros de la Facultad a un bar cubano en la colonia Condesa, en verdad estábamos demasiado cansados, pero aún así bailamos mucho hasta que realmente las piernas comenzaron a tremer de agotamiento; llegó el momento de partir, un domingo volcánico nos esperaba.

LA CONQUISTA DEL CIELO.

Con la voluntad de salir del estrés citadino, pensé en organizar una caminata de montaña. Siempre he disfrutado escalar y conquistar cumbres, aunque por ahora mis números y experiencia sea todavía limitada. Llegan a mi mente recuerdos de la niñez, subiendo el Cerro de la Estrella con mi hermano y con mi papá, los Dinamos, el Cerro Grande de Chihuahua y el Tepozteco. Y bueno, los gratos recuerdos internacionales, escalando las empinadas montañas de Grenoble con Jordy, Charlotte y Miguel; el bello montañismo con Sergiao a los alrededores de Ouro Preto, Brasil y la reciente conquista con Lalo del volcán Pacaya en Guatemala.

Esta vez llegaba la hora de avizorar uno de los volcanes más altos de México, el espectacular Nevado de Toluca o Xinantécatl de 4, 690 metros de altura. Este volcán de tipo stromboliano se encuentra inactivo y su cráter tiene dos majestuosas lagunas: la del sol y la de la luna.

Éramos 5 los expedicionarios: Valérie Parent, Marlene Díaz, Karun Yamin Yatani, Manuel Vázquez y el escritor. Grupo compacto, deseoso de conquistar la cuarta cumbre más alta del país y amenizar aquel paisaje con una guitarra trovadora.

Llegamos a los pies del volcán a las 10:30am, atravesamos la reserva natural y prácticamente conseguimos estacionar el automóvil a tan sólo 2km del cráter. La falta de oxígeno era perceptible con el denominado "mal de altura". El aire golpeaba fuerte y frío; tomamos nuestras provisiones alimenticias, la emblemática guitarra, un banderín de los pumas y comenzamos a subir hasta la cumbre. Al llegar a la cima, observamos un paisaje fantástico, se podían ver las dos lagunas en su esplendor y un paisaje semidesértico repleto de pequeños matorrales. Fue el momento de gritar con estridencia la famosa porra de nuestra Universidad (que por cierto Valérie ya dominaba)- “1, 2, 3.. ¡Pumas!, ¡México!, ¡Universidad!.. Goya, Goya cachun cachun ra ra, cachun cachun ra ra… Goya ¡Universidad!”

Descendimos en el cráter hasta llegar a la laguna de la luna, reposamos y comimos nuestras tortas de atún, cantamos algunas canciones conocidas que forman parte del repertorio de nuestros distinguidos guitarristas Karun y Manuel; corrimos alrededor del lago y gritamos con estridencia para escuchar nuestros ecos retumbando en el más allá.

Dentro del propio cráter existe otra montaña que divide las dos lagunas, en aquel pináculo se puede tener una vista bellísima de aquel paisaje inhóspito, así que, decidimos subir, no sin antes cantar la ya tradicional, y ahora internacionalmente conocida “Nube de algodón” de Karun Yamin.
Al comienzo los únicos que se animaron a llegar a llegar al punto más alto fueron Karun, Valérie y yo, pero después de haber encontrado rastros de nieve exhorté a Manuel y Marlene para que subieran con nosotros.
Finalmente llegamos a un lugar con nieve, no mucha, pero finalmente estaba ahí, tomando en cuenta que es primavera. ¡Caramba!, aunque debo que reconocer que mis bruscos movimientos en la montaña hicieron que mi corazón palpitara excesivamente, después vino un mareo y comprendí que todo se debía a la gran altura de aquel paraje. Sí, falta de experiencia, ahora prevalecerá la cautela ante situaciones semejantes.
Llegamos a la cumbre y quedamos arrobados con la imagen de ambas lagunas, sobretodo la del sol, que lucía con un color verde turquesa muy impactante. Aprovechamos aquel panorama para reposar y seguir cantando mientras la tarde transcurría apaciblmente

Comenzamos a retirarnos a las 4:30pm con el temor de no encontrar más luz a nuestro regreso, creo que fuimos los últimos en salir. Intentamos contribuir con el ambiente, recogimos algo de basura que veíamos a nuestro paso, que no era mucha, pero que nunca falta. Comenzó nuestro regreso a la Ciudad de México y Manuel nos propuso ir por unas quesadillas a la Marquesa, todos lo secundamos, pero acercándose la noche cambiamos el plan y fuimos al centro de Toluca por unas tortas de chorizo que Manuel recomendó con muchísima emoción en un lugar llamado "La vaquita negra". Ya satisfechos, caminamos amenamente por aquella ciudad satélite y volvimos a casa totalmente agotados, pensando en tantas cosas que quedan por hacer y por descubrir.

jueves, 26 de marzo de 2009

AMLO, la coherencia de la austeridad republicana

La disfunción gubernamental es una realidad lamentable a cualquier nivel de gobierno en nuestro país. El sistema de democracia representativa aplicado a nivel masivo entre millones de mexicanos dota, en teoría, de legitimidad a los “representantes populares.” Los candidatos en los comicios electorales son, en su mayoría, resultado de una serie de compromisos creados y atavismos concretados a partir de la mafiosa y burocratizada estructura de cada partido político. Y así, después de las facciosas y manipuladas “elecciones democráticas” surgen nuestros políticos, quienes buscan generalmente el prestigio y los salarios elevados que otorga el poder público y poco recuerdan su papel fundamental: el servicio público.

La política se ha transformado en un gran negocio privado, se otorgan prerrogativas envidiables en relación a la percepción de un trabajador común. Se ofrece un altísimo salario, servicios médicos mayores, viáticos, gastos de representación, llamadas ilimitadas a celular,y por si fuera poco, en algunos casos, un fuero político. A parte en el poder legislativo no existe siquiera una obligación concreta de rendir cuentas por su labor, es decir, hablamos de un trabajo tetricamente ideal a costas de la población.

Me irrita como ciudadano observar el desprestigio y cinismo de la clase política, me pesa ver la poca acción de la sociedad civil para intentar cambiar la situación. Y nuevamente, de entre las sombras, vuelve a surgir el ya legendario “terco” que no se da por vencido; su nombre: Andrés Manuel López Obrador; su difícil misión: Reestructurar el deteriorado Estado mexicano.

Ayer AMLO refrendó ante la Asamblea Legislativa la necesidad de modificar la infame autonomía en otorgación de salarios que existe en el Estado, un sistema absurdo que permite a un presidente municipal decidir casi de manera discrecional el monto de su sueldo, ejemplo claro es el Alcalde de Zinacantepec en el Estado de México que percibe una salario de $246, 476 pesos(salario mayor al del presidente), más aberrante y patética resulta la Suprema Corte de Justicia de la Nación al mantener salarios netos de aproximadamente $600,000 pesos mensuales. ¿Y qué decir del hediondo IFE?, una de las instituciones con menos calidad moral del país, e intentó equiparar sus salarios a la SCJN, pero fue duramente criticado y a regañadientes ocultó su malsana intención. En suma, todo esto es insultante en un país en el que el salario mínimo es tan bajo: $54. 80 pesos diarios en la zona A.

Ahora me permito tomar mi calculadora y jugar con los numeritos. Como he dicho, un salario mínimo en la zona A (el mayor de las tres zonas) es $54.80 por día. Un ministro de la SCJN gana $20mil pesos por jornada, es decir, 370 veces más que un empleado común. Se pone en evidencia una terrible y triste realidad en el país. ¿Cómo es posible que el máximo tribunal encargado de brindar justicia a la Nación sea tan miope para no observar que su salario es totalmente injusto?

López Obrador ha mantenido firme su bandera de austeridad republicana, cabe recordar que en la campaña presidencial de 2006 una de sus propuestas más controvertidas era la disminución de salarios en un 50% a los altos cargos públicos, hoy sigue exigiendo con la misma estridencia la rectitud y coherencia de la clase política. No queremos más medidas ridículas como el mísero 10% que redujo Calderón al inicio de su mandato espurio, necesitamos un cambio hondo, de raíz, que deje huella y marque realmente la pauta a una nueva época sin tanto cinismo y con mejores acciones.

martes, 24 de marzo de 2009

Excelente fin de semana.

¿Planear o improvisar?... esa es la cuestión. Quizá lo más sensato sería buscar el término medio, no obstante este fin de semana me volqué de una manera total hacia la segunda opción, y fue, sinceramente, alucinante. Lo único que me pesa un poquito es haber dejado de cumplir con cierta rutina que considero necesaria para concretar proyectos, pero ya ven, siempre existe el incurable defecto mexicano que todo lo justifica: -bueno, lo dejo pa' mañana…-. Y así, un día tras otro se nos escurre la vida. Desde luego no pretendo hacer de este escrito un ensayo filosófico sobre los dilemas existenciales, ni mucho menos hacer una apología de la vida a la deriva, sino simplemente narrar sencillamente los hechos bellos que hicieron de estos tres días una secuencia agradable.

El viernes 20 de marzo fue el cumpleaños de mi ahora sexagenario padre. Mi madre, siempre la más detallista de la casa me exhortó a llegar temprano de la Universidad para "salir a comer en familia". Regresé a casa con mucha hambre, que, como diría alguna vez un amigo venezolano, sólo me faltaba echarle un poco de sal a mi mano para saciarme; el estomago me rugía, ya no aguantaba más. Para mi sorpresa mis padres ni siquiera se habían bañado, entonces tuve que recurrir desesperadamente a dos manzanas para distraer un poco aquel apetito voraz. Mi padre tenía por derecho la potestad de decisión, sin embargo, como es costumbre, delegó su prerrogativa a la mamma (que espanto, ya comienzo a escribir como abogado). Doña Carmen decidió ir a un restaurante argentino cerca de la casa, y como saben, la gastronomía de los gauchos nunca ha sido muy variada, entonces recurrimos a su único platillo: un trozo de carne. Olvidé mencionar que fui el único de los tres hermanos que estuvo presente en aquella tarde; mi hermano Sebastián se encontraba en Italia en sus enormes vacaciones y la niña se fue con sus amiguitos a Cocoyoc.

Henos ahí, a los tres, comiendo bastante y tomando mucho vino; hubo un momento en que mi mamá y yo estábamos hablando con la voz arrastrada hasta que la doña confesó: - híjole, me siento un poquito borracha-, desde luego nos arrancó unas cuantas carcajadas que se desvanecieron cuando llegó la cuenta ¡Glup!. Como sea, ¡felices sesenta José Luis!, que se sepa que estoy muy orgulloso de mi padre. ¡un brindis por el señor Director!, ¡larga vida a la familia Urquieta!

Llegué a casa cansado y ligeramente tomado, pero aún era “el viernes”: El día que acumula el cansancio de la semana entera, día sagrado para los musulmanes, día esperado y venerado por los jóvenes por ser sinónimo de fiesta y destrampe. Sí, ese viernes en el que de manera indefectible siempre hay algo que hacer por la noche, fue casualmente el día en el que decidí quedarme en casa para leer un poco y ver el maravilloso documental francés de “la marche de l’empereur.” con imágenes de ensueño, brillantes descripciones y un Oscar de respaldo, no fue capaz de contener mi colapso, pronto sucumbí del cansancio y desperté por una llamada a mi celular dos horas más tarde. Era Jordy “el fiestero”, quien ya tenía un plan y sonaba muy tentador: –Hay un concierto de músicos venezolanos ¡venga!, ¡anímese compadre!-; y aunque estaba muy cansado, después de meditarlo unos segundos terminé por aceptar, tomé mi sombrero dublinés, un saquito, y avisé a mis padres sobre mi salida. Desde luego, mi padre me sentenció con su famoso: -Luis, pero mañana te toca hacer el patio, así que llegas temprano- (pequeña labor que al menos lleva dos horas), está bien, no hay problema, algo se debe de hacer para colaborar en casa.

Pasó Jordy en su épico Platina y estaba acompañado por Natalia y Catalina, dos chicas venezolanas que iban con mucha pila en contraste con Jordy y yo que nos sentíamos muy agotados. Llegamos al bar indicado en la Condesa y escuchamos músicas muy disfrutables; de repente alguien me llamó, era nada más y nada menos que Diana Zazueta, la hermana de Carlos Malacopa. Platiqué mucho con Diana sobre Brasil, la India, la política exterior y lo difamador que es su hermano (más vale hacer saber sus mañosas mentiras porque dice cada cosa…) Fue una noche tranquila, apacible y bella, llegué a mi casa temprano y caí muerto en la cama.

El sábado tenía una tentativa cita con una amiga que no veía desde hace cuatro años y medio, Abril Arevalo, quien fue mi novia cuando tenía 16 y que por casualidad, a través de nuestros hermanitos que estudian en la misma generación (sexto año de primaria), surgió la interesante idea de reunirnos a conversar. Todo fue un poco improvisado, le hablé por teléfono para concretar el encuentro por la noche, pero después de reacomodos por su disponibilidad, acordamos vernos en el ángel de la independencia a las 4:30pm. ¿Acaso hay un lugar más simbólico en la ciudad para hacer citas?. Llegó un poco tarde y fuimos a charlar a una terraza de la Zona Rosa. Tuvimos que hacer una gran síntesis de muchos hechos para actualizarnos sobre nuestras vidas, no cabe duda que fue un momento ameno, vaya que había mucho que decir.

Después nos dirigimos al centro histórico en pos del festival de Primavera. Desde nuestro arribo quedamos perplejos por la cantidad y variedad de eventos que acogió nuestra ciudad; vimos fácilmente seis o siete espectáculos con detenimiento, fuese en la Alameda, en la plaza Tolsá, en el Museo de economía, en el Zócalo, etc. Me habló al celular Malacopa y nos encontramos en medio de un animado carnaval boliviano, en el cual hubo un momento en el cual entré con Abril a una batucada y nos daba mucha risa lo arítmicos que somos los mexicanos. De repente, a lo lejos escuché que alguien cantaba –Poeira… Poeira, Levantou poeira-; no lo podía creer, un excelente concierto brasileño con las canciones de Ivete Sangalo que tanto me marcaron en aquella estancia de 2004-2005 en el país sudamericano. Pronto corrí con Abril y penetramos la muchedumbre con particular emoción. El grupo musical era estupendo y yo cantaba con ahínco casi todo su repertorio. Llegó el momento de éxtasis al escuchar abalou” y la famosísima chorando se foi”. Intenté bailar lambada con Abril pero el espacio era muy pequeño, así que me dediqué a saltar como un loco en éxtasis.

Terminó el concierto y me despedí de Malacopa y su compañía, caminé con Abril por toda Avenida Reforma, no sin antes escuchar un último concierto de cuerdas, sencillamente sensacional. Fue sumamente grata la presencia de Abril en aquella noche, la encaminé a su carro y quedamos en volver a salir próximamente. Al despedirme de ella, partí a otra fiesta venezolana con el compadre Jordy. Llegué a un departamento hippie, tomé unas cervezas, charlamos un poco sobre Chávez y la UNAM, y degustamos deliciosas arepas dulces. Fue un buen cierre para aquel día tan emotivo.
Domingo, conocido por muchos como el “dormingo.” Fue el día que finalmente me dije a mí mismo – Luis, ahora sí, todo el día lo vas a aprovechar para avanzar en tus deberes-. A medio día me habló Andrés Barrios emocionado para invitarme a ver una película mexicana en la Cineteca Nacional. Me negué sutilmente e insistió mucho contándome maravillas de la trama y el guionista. En fin, acabé aceptando y ya con un plan en puerta aproveché para invitar a Marianini (la novia de mi hermano). Barrios posee una cultura musical gigantesca y no tardó en presumir sus nuevas adquisiciones de música clásica oaxaqueña; escuchamos “Dios nunca muere” excelsa creación de Macedonio Alcalá, y después, una versión bellísima de “la llorona,” melodía que trae consigo innumerables recuerdos de la prepa.

Llegamos a la Cineteca, elegimos “El Gallo de Oro” y entramos con muchas expectativas. El filme resultó ser un folklorismo extremo de la mexicanidad, diálogos novelescos e inverosímiles, escenas graciosas y una trama vertiginosa que siempre nos tuvo atentos. No estuvo mal, aunque quizá me esperaba algo mejor después de tanto arguende que hizo Barrios.

Marianini se despidió y Barrios quiso asistir otro filme; yo pensaba volver temprano a casa pero su persuasión fue tal que nuevamente me dejé llevar, incluso me pagó la entrada con el fin de que nos quedaramos. El segundo filme fue “Desierto Adentro”, un excelente largometraje que toca el delicado pero interesantísimo tema de la Guerra Cristera (1926-1929); las actuaciones, el desenlace y la moraleja son inmejorables. Ampliamente recomendada.

domingo, 22 de marzo de 2009

Un proyecto ambientalista

Definir los ideales personales siempre resulta bastante complicado, más aun ante el indefectible pasar del tiempo que todo lo cambia y nos arroja ante innumerables descubrimientos; entonces, el planteamiento estricto de un ideal sería someter nuestra condición a un criterio reduccionista ante un mundo que brinda tanta variedad en su compleja constitución.

No obstante, de entre todos aquellas reflexiones que sacuden mi conciencia siempre hay una que prevalece, que en ocasiones se encuentra disminuida pero es capaz de resurgir con mayor fuerza y gran anhelo de acción, saben de que hablo: mi vocación ambiental.

Hace sólo tres meses me encontraba en Dublín con la idea de realizar una estancia de ocho meses en la bella Isla Esmeralda. Mi objetivo principal, por así decirlo, era encontrar un espacio de introspección, de lejanía, que me hiciera repensar la vida y forjar un estrategia viable para consolidar un proyecto con potencial de materialización, sin embargo las dudas surgieron de manera natural.

La calidad de vida en Irlanda es una de las más altas de Europa y su historia resulta asombrosa, ya que de ser uno de los países más pobres del viejo continente, en un periodo de 20 años se transformó en una de las economías más desarrolladas del orbe. La gente en general es amable, la ciudad sumamente cosmopolita y la remuneración a cualquier trabajo es gigantesca en comparación a nuestro México. ¿Por qué pensé en Irlanda? Quizá sería una pregunta que debí de haber hecho con mayor detenimiento antes de tomar determinaciones, y la respuesta puede manifestarse en dos sentidos:

1. Mi hermano tenía ya 5 meses viviendo en Dublín y en aquel tiempo obtuvo un trabajo estable, decenas de amistades, delirantes anécdotas y sobretodo gran madurez e independencia. Al idealizar la vida de mi hermano, con un bello trabajo y una vida halagüeña, tenía una referencia directa y cierta de aquello que podría encontrar, por lo tanto me daba cierta seguridad recorrer un camino ya trabajado.

2. La ventaja de la lengua inglesa. Siempre he sido torpe con el inglés y viviendo en aquel país por consecuencia lógica adoptaría rápidamente una inusual fluidez, muy útil desde cualquier punto de vista.


Salí de la Ciudad de México el 18 de diciembre del 2008, llegué a la capital irlandesa un día después para permanecer ahí durante 18 días, un lapso que me arrojó a innumerables introspecciones y consideraciones objetivas que permitieran elegir el mejor camino ante suspicacias tan ambivalentes. Mis días en Irlanda por lo general fueron muy enriquecedores y bellos, caminando por las calles, conociendo con mayor profundidad a mi hermano y descubriendo la realidad que vivió durante sus primeros días en aquel país; también me visitaron varios amigos, ya sea por coincidencia o por acuerdo. Encontré a una estimada colega francesa que conocí en la Ciudad de México y algún día visité en Grenoble junto a su familia y su novio, me refiero a la simpática Charlotte Giovansili; después arribó Marianini (la novia de mi hermano) y Gabriel (el hermano de Marianini) mejor conocido como “Chiquilín” de manera irónica ya que mide casi dos metros; posteriormente un buen amigo de mi Facultad que vivía en Sevilla, el famoso Carlos Malacopa; poco después hizo su presencia mi entrañable amigo Jordy acompañado de otra amiga española; y para finalizar invité a pasar el año nuevo con nosotros a tres amigas belgas que fueron excelentes anfitrionas en aquel inolvidable verano del 2007 en Bruselas.

Prácticamente Irlanda se transformó en un mundo alterno que tenía poco que ver con la atmósfera local, era una invasión belga-mexicana que disfrutó de bares célticos, cerveza Guiness y estofados, pero que estuvo alejada de una verdadera compañía de lugareños. Mi deseado viaje de introspección y reflexión había mutado en fiestas interminables e infinita alegría. Viví momentos de éxtasis saltando con mis amigos a las orillas de Liffey river, cantando “cielito lindo” y “Aisha”, danzando Certe Notti (mi canción predilecta) con una italiana a las 4:00am, viajando en caravana a Belfast y platicando de comics y lucha libre con Malacopa, en fin, un viaje hartamente placentero e irrepetible.


Al terminar la gran fiesta de año nuevo, después de prolongadas noches de festejos y expectativas ya concluidas, llegó a mi mente, como si se tratara de un súbito torrente, un cúmulo de reflexiones que fueron el presagio de una gran indecisión, ¿qué hacer con mi vida?, ¿realmente estaba satisfecho hasta aquel punto con lo realizado?, ¿me podía realmente sentir orgulloso de tanto hedonismo?, ¿y los ideales?, ¿dónde quedaron?, ¿qué fue de aquel bello discurso que incluía un verdadero compromiso histórico?, ¿existía?. Comencé a imaginar mi vida en Irlanda, sí, siempre el mundo representado se adecua a la voluntad individual, pero de manera inusitada comencé a dudar ampliamente sobre mi deseo original de permanecer en aquel país; mis perspectivas podrían ser envidiables: buscar un trabajo sencillo, tener un elevado salario en caso de tener fortuna y después viajar y seguir viajando, regresaría a México para concluir mi carrera y estabilizarme de manera natural[...] sonaba bien, era seductor, ¿quién podría negarlo?. Pero en el fondo había algo que me incomodaba, saber que postergaría nuevamente aquellos ideales y viviría por inercia en el desenfreno y festejo constante que se tornaría en un vacío interno, algo difícil de soslayar. Dejé Irlanda el dia 6 de enero con mi hermano, surgió la loca idea de irme a la India unos 5 meses, y lo hubiera hecho si los trámites hubieran sido más sencillos. Fuimos a Londres unos días, después pasamos casi dos semanas en Portugal y en aquel bello país marinero cumplí mis 23 años, definitivamente aquel aniversario fue uno de los días más bellos de toda mi vida, ya que dos portuguesas y una chica mexicana de una manera fraternal me pasearon junto a mi hermano por la ciudad de Oporto, nos llevaron a los sitios más bellos y me invitaron a cenar unos mariscos deliciosos. Pero algo era cierto, ¡ya tenía 23 años!, ya no es poca cosa, ya no hay tanta inocencia, ya hay más responsabilidades (aunque sea una ficción) y también hay más conciencia. Los días subsecuentes a aquel hermoso día fueron decisivos en la toma de decisiones, ya mis dudas se habían reducido a dos vías: 1. Quedarme en Europa hasta agosto, buscar un trabajo y establecerme en alguna ciudad; 2. Regresar a México, entrar de lleno a la materialización de proyectos ambientales y terminar la carrera.


Platiqué con mis padres, conversé con amigos y tomé la determinación de volver. Después de Portugal visité España y Marruecos con mi hermano y Malacopa, y el día 11 de febrero tomé un avión desde Dublín para regresar formalmente a la Facultad de Derecho el día 12.

Desde que regresé encontré una particular revitalización de los anhelos ambientalistas que siempre pregoné, pienso en nuevos proyectos y me apasiona conocer los múltiples campos de acción que existen ante la mayor crisis que afronta el planeta. En ocasiones, al comprender el grado de destrucción alcanzado se presiente un desalentador sentimiento de impotencia, pareciera inminente el caos, sin embargo no me cabe la menor duda que veo en ello la lucha más loable y digna de nuestra generación y seguramente de aquellas que quizá lleguen a subsistir en el futuro.