viernes, 19 de febrero de 2010

Enero no existió

El enero pasado fue por mucho el mes más inactivo de mi vida: hubo escaso trabajo, mínima lectura, pocas actividades fuera del hogar y nulo ejercicio. Todo por causa de las malditas condiciones postoperatorias. No obstante, todo ese vigor contenido explotó al inicio de febrero, cuando nuevamente salí a explorar la urbe, a reencontrar amistades y regresar a la Universidad; aunque todavía lo del trabajo lo dejaré para marzo, ya ven esto de la procastinación.

Pero ya estoy feliz, lleno de anhelos y en una constante programación de lo que será el 2010. Oficialmente enero no existió, quedó borrado de mi memoria y decidí que por única vez, este año inició en febrero. De hecho mi cumpleaños (11 de enero) lo trasladé a febrero, y aunque ya me había hastiado de los auto-festejos, en esta ocasión, a manera de evento extraordinario, convoqué una peculiar fiesta cumpleañera en casa.

Me dio gusto ver a todo el tropel departiendo a mi lado. Como es natural, las amistades van cambiando, pero es grato saber que algunas prevalecen con el tiempo. Y así, con el deseo de realizar una buena pachanga, no escatimé en invitados y mi humilde casa se sobrepobló. Para mí no hubo excesos, aunque mis padres opinen lo contrario, dizque no los dejé dormir, pero quizá eso era inevitable. Pero eso no fue nada, cuando realmente se molestaron y me dijeron –Te pasaste mano-, fue en la mañana al descubrir que todavía restaban ocho personas más durmiendo por todos lados.

¡Oh, fiesta, congregación viciosa!, ¡vamos efebos, llenad la copa!...
Finalmente fue chido ver a varias amistades por acá, en mi cantón. Faltaron algunos cuates infalibles, pero ya se han excusado. A todos los que sí vinieron les agradezco, y aunque casi no tomé fotos, espero que queden varias imágenes en la memoria.

Eso sí, la fiestilla fue el momento ideal para grabar a mi amiga-cantante favorita, Sherezada, quien en compañía de Ilizaliturri “ el virtuoso de la guitarra”, interpretó “Naila”, canción que les escuché un par de meses atrás y me encantó.
Aquí está el video…








Dormí sólo media hora, mi madre estaba un poco histérica y quería que comenzara muy temprano a recoger el marranero que había quedado en la casa. Los invitados que poco a poco fueron despertando a la cruda realidad se solidarizaron con la limpieza y antes de medio día la casa ya había vuelto a su condición habitual.

Faltaría mencionar que se batió un nuevo record, para esa noche hospedé a tres couchsurferas que llegaron por separado: Hanne de Bélgica, Julia de Austria y Sami del Perú.

Sami se fue temprano, Hanne huyó con mi hermano a la UNAM y sólo nos quedamos Julia y yo recogiendo hasta la última colilla de cigarro; al terminar, en vez de dormir como seguramente el cuerpo ya lo exigía, salimos rumbo al centro histórico en pos de diversión. Julia adora imitar estatuas, tiene un talento nato para hacerlo y eso nos arrancó muchas risas, porque en varias ocasiones, cuando la escultura lo ameritaba por tener varios personajes, teníamos que buscar algún “extra” improvisado de entre la gente.

Aquí algunos ejemplos del arte Juliana:



Julia arriesga el físico para imitar al hombre de ciencias en la UNAM. Su caída hizo que su pantalón favorito se rompiera

Imitación de la canoa en Avenida Reforma

monumento a los niños héroes, Chapultepec

Y aprovechando que el cielo de mi contamiado Valle de Anáhuac era diáfano, subí por primera vez a la torre latinoamericana en compañía de Julia. Casualidad, se trataba del día 14 de febrero y habían centenas de parejitas bezuqueándose. Después entendimos la situación: por especial ocasión, el boleto de entrada inculía un exclusivo casamiento desde las alturas. Nunca había pensado casarme, pero ya con esa oferta decidimos hacerlo. Sí, fue un emotivo momento, de esos que trascenderán en la memoria, aunque mi matrimonio sólo nos duró tres días, después mi esposa regresaría a su país...


Aquí el video de la vista desde la torre y nuestro diálogo pre marital: