Vuelvo a casa después de mucho caminar por la colonia Roma con Marianini. Fue un día lluvioso, en un par de ocasiones tomé baños fortuitos mientras deambulaba por la calle, sigo estando húmedo, siento la cabeza empapada y los pies con esas peculiares arrugas que provocan los calcetines mojados. Me arrojo a la cama, tomo el computador y me dan ganas de escribir un poco en este nimio blog que tenía ya un poco abandonado; no por el hecho de no tener algo para relatar; por el contrario, estos últimos días han estado cargados de dinamismo, frenesí y hechos maravillosos que perdurarán en la memoria.
Introspección desde la ceguera.
Hagamos un ejercicio, pensemos que repentinamente aquel mundo que conocemos se redujera a penumbras, que todo aquello que identificamos por su color y aspecto se transformara en un recuerdo paulatinamente trastornado por la imaginación; y que, solamente pudieramos confiar en esa intuición sensorial ante los estimulos del mundo externo.
Quizá, terminaríamos por adoptar con cierto conformismo o estoicismo ese mundo alterno, del cual, sólo persiste la idea y el diálogo sin la posibilidad de observar el paso del tiempo.
La vida continuaría, y este hecho no deseado, terminará por normalizarse; y así, nuestro contacto con el mundo devendría una ilusión más fidedigna a lo que realmente es el mundo, hablando de su escencia y no de su transformación.
Sería la contrposición a un típico sofisma: “Hasta no ver no creer,” porque así nos obligaríamos a creer sin ver, y eso nos aproximaría aún más a lo verdaderamente entrañable, lo perdurable en el mundo y no lo pasajero. Dentro de la mitología hindú sería el triunfo de purusha sobre praktri, podríamos al fin entender que la energía constante mueve al mundo, y no así su forma, la cual es pasajera.
De ahí provienen cuestionamientos notables: ¿Por qué creer tanto en la vista?, ¿cuántas veces el romanticisimo sucúmbe ante los ojos inquisidores que sugestionan y clasifican?, ¿será que la mirada termina por alejarnos de la esencia intrínseca del mundo?
La ceguera nos aproximaría más a la imparcialidad, a procurar el diálogo antes de identificar algún estereotipo o sugestión, nos permitiría escuchar con mayor claridad y menos prejuicios.
¿A dónde va todo esto? Simplemente quisiera hacer un pequeño preámbulo a un filme que me suscitó innumerables reflexiones, se trata de “las cenizas de la luz”, del director irnaí Majid Maijdi. Creánme, pocos largometrajes me han hecho experimentar tal cantidad de emociones.
Al terminar la película coloquen su mano en frente de sus ojos y obsérvenla, después de hacer eso platicamos, me interesaría saber que pasó por su mente.
La poesía que no llegó al megáfono.
Desde el martes pasado tuve la certeza de volver de manera habitual con los poetas del megáfono; sin embargo, al salir de casa enfrenté la lluvia y la desubicación, infelizmente me fue imposible llegar al bar bohemio de la Roma.
La poesía que preparé sin ningún halo de pretenciosidad, fue inspirada en la opera "Turandot", del compositor italiano Giacomo Puccini. La escena que evoca mi ecrito intenta remembrar el segundo acto, en el cual Kalaf es sometido a prueba con el primer acertijo lanzado por la frívola princesa china: -¿Qué es aquello que nace todas las noches y muere cada día?-, a lo que Kalaf responde son titubeo alguno: –la esperanza.
Efectivamente, la noche enmarca el momento ideal para navegar en libaciones y apuntalar nuestra llegada al firmamento, por ello sería mejor mantener ese estado de vigilia portentoso y prolífico, negar la necesidad biológica del sueño que, precisamente representa aquel periodo de puente entre la motivación aparente y un nuevo encuentro con la realidad. La brusca y cruda realidad que mitiga las ilusorias alegrías que pretendemos alcanzar.
La más famosa pieza de esta ópera: “Nessun Dorma” (Nadie duerma), hace alusión a la bella magia de la duda nocturna, aquella imaginación bibrante e idealista de los hechos antes de su posible y futura materialización. Pareciera que todo es tan sancillo, pero habrá quizá una variable o un cambio abrupto que modificará la añorada concreción.
http://www.youtube.com/watch?v=wDa03_EHdJU
Introspección desde la ceguera.

Quizá, terminaríamos por adoptar con cierto conformismo o estoicismo ese mundo alterno, del cual, sólo persiste la idea y el diálogo sin la posibilidad de observar el paso del tiempo.
La vida continuaría, y este hecho no deseado, terminará por normalizarse; y así, nuestro contacto con el mundo devendría una ilusión más fidedigna a lo que realmente es el mundo, hablando de su escencia y no de su transformación.
Sería la contrposición a un típico sofisma: “Hasta no ver no creer,” porque así nos obligaríamos a creer sin ver, y eso nos aproximaría aún más a lo verdaderamente entrañable, lo perdurable en el mundo y no lo pasajero. Dentro de la mitología hindú sería el triunfo de purusha sobre praktri, podríamos al fin entender que la energía constante mueve al mundo, y no así su forma, la cual es pasajera.
De ahí provienen cuestionamientos notables: ¿Por qué creer tanto en la vista?, ¿cuántas veces el romanticisimo sucúmbe ante los ojos inquisidores que sugestionan y clasifican?, ¿será que la mirada termina por alejarnos de la esencia intrínseca del mundo?
La ceguera nos aproximaría más a la imparcialidad, a procurar el diálogo antes de identificar algún estereotipo o sugestión, nos permitiría escuchar con mayor claridad y menos prejuicios.
¿A dónde va todo esto? Simplemente quisiera hacer un pequeño preámbulo a un filme que me suscitó innumerables reflexiones, se trata de “las cenizas de la luz”, del director irnaí Majid Maijdi. Creánme, pocos largometrajes me han hecho experimentar tal cantidad de emociones.
Al terminar la película coloquen su mano en frente de sus ojos y obsérvenla, después de hacer eso platicamos, me interesaría saber que pasó por su mente.
La poesía que no llegó al megáfono.
Desde el martes pasado tuve la certeza de volver de manera habitual con los poetas del megáfono; sin embargo, al salir de casa enfrenté la lluvia y la desubicación, infelizmente me fue imposible llegar al bar bohemio de la Roma.
La poesía que preparé sin ningún halo de pretenciosidad, fue inspirada en la opera "Turandot", del compositor italiano Giacomo Puccini. La escena que evoca mi ecrito intenta remembrar el segundo acto, en el cual Kalaf es sometido a prueba con el primer acertijo lanzado por la frívola princesa china: -¿Qué es aquello que nace todas las noches y muere cada día?-, a lo que Kalaf responde son titubeo alguno: –la esperanza.
Efectivamente, la noche enmarca el momento ideal para navegar en libaciones y apuntalar nuestra llegada al firmamento, por ello sería mejor mantener ese estado de vigilia portentoso y prolífico, negar la necesidad biológica del sueño que, precisamente representa aquel periodo de puente entre la motivación aparente y un nuevo encuentro con la realidad. La brusca y cruda realidad que mitiga las ilusorias alegrías que pretendemos alcanzar.
La más famosa pieza de esta ópera: “Nessun Dorma” (Nadie duerma), hace alusión a la bella magia de la duda nocturna, aquella imaginación bibrante e idealista de los hechos antes de su posible y futura materialización. Pareciera que todo es tan sancillo, pero habrá quizá una variable o un cambio abrupto que modificará la añorada concreción.
http://www.youtube.com/watch?v=wDa03_EHdJU
Nacer de noche y morir de madrugada
Se agota un día, como se agota la vida
los años pasan y el final se acerca,
y así, mientras el fulgor se atenúa y la luz se ausenta
resurge en la dicha de la soledad,
aquella llama interna que interioriza el ser.
Anhelos centrífugos encuentran concreción,
ímpetus exaltados encuadran al mundo,
y en un solo destello, desde aquel amargo pecho
el deseo resurge y abate a la confusión.
Brotes inspiradores inundan la mente,
con ellos renace la eterna ilusión,
¿De qué sirve la vida si soy intransigente?
¿Por qué soterrar esta inocultable pasión?
¡Basta ya de lozanías!
habrá de explotar esta energía mañana
¡A dormir!, que este anhelo lo presienta el sueño,
y este deseo sublime subsista por una noche
Todo parece inútil, mirad al cielo,
ya ha llegado la madrugada.