martes, 4 de mayo de 2010

Tlaxcala en corto

Ya desde varios meses tenía la intención de volver a Tlaxcala, quizá no se trate de un sitio muy espectacular, pero definitivamente hay algo que me atrae de esa tierra. Quiero suponer que me inquieta su pasado prehispánico, su “tramposa” alianza con los españoles que, según cuenta la historia, terminó por aniquilar al imperio mexica. Y ahora, con el paso del tiempo se malentiende como una traición hacia su propia cultura, ¡zaz!.

Tlaxcala es el estado más pequeñín de nuestra maltrecha república. Lo más destacable es un bello volcán: el Matlacuéyatl “Señora de la falda verde”; sin embargo ya casi nadie le dice así, porque a los españoles les dio la gana decirle La Malinche y la mayoría del populacho los siguió cual borregos. El hecho es que este hermoso volcán se observa desde cualquier parte del estado, o bueno, eso es lo que dicen los tlaxcaltecas.


Lo que sí es muy bello y me tocó presenciar junto a mi amiga Katrin, es el tramo de dos horas que entrelaza al DFectuoso con Tlaxcala, ya que necesariamente se deben de bordear los majestuosos volcanes que circundan al Valle de Anáhuac, el Popocatépetl y el Iztaccihuátl.


Llegamos a Tlaxcala de Xicohtencatl, la meritita capital. Al salir de la estación nos encontramos un sitio espantoso, nada estético y mal pavimentado. Preguntamos por el centro histórico y una vendedora ambulante nos dio las coordenadas. La ciudad es muy pequeña y en menos de cinco minutos ya estábamos en la avenida principal, cruzamos el repugnante río Zahuapan, bañado por aguas negras, pero eso sí, decorado con unas cuatro o cinco jacarandas en pleno floreo. Finalmente, pasamos al palacio de gobierno de Tlaxcala, donde, por así decirlo, se encuentra la joya de la ciudad: los murales de Desiderio Hernández Xochitiotzin.
Hernández es uno de los grandes muralistas de México, discípulo de Diego Rivera y Francisco Goitia, logró crear un estilo propio, mucho más colorido y visualmente atractivo que el propio Rivera, quien brilla por su tono opaco. La obra visitada, al igual que la mayoría de las demás obras de la corriente muralista, intenta transmitir didácticamente la historia de Tlaxcala, enaltecerla y romper de una vez por todas con la pesada carga histórica que se le atribuye al pueblo aliado de Cortés. La conquista española no significó una sumisión para los tlaxcaltecas, sino un triunfo que les permitió mantener un estatus privilegiado bajo el régimen colonial. No se conservó la religión prehispánica y también se les hizo cristianos por las malas, pero finalmente fueron quizá el pueblo indígena mejor librado ante el embate de los barbudos europeos.
Aquí os dejo algunas imágenes del gran mural:



Tlaxcaltecas idealizados en una sociedad multicolor. Como figura central Xicohtencatl huehue y su hijo. Además se oberva al fondo de la ciudad el volcán Matlacuéyatl

Xicohténcatl huehue, se alía con los conquistadores gachupínes

Los tlaxcaltecas vestidos con una capita europeizada y su báculo mágico, declaran inaugurada la real villa de Tlaxcala con sus cuates hispanos.

Tlaxcaltecas y españoles contra aztecas agonizantes, Obsérvese que el tlaxcalteca porta una espada ensangrentada.

A los personajes importantes del siglo XIX, Hernández les pintó su documento simbólico en forma de pergamino, esfuerzo vano porque dudo que alguien los lea.

Con Katrin en el segundo piso

Y ahora el videito con la participación de Katrin, quien muestra sus habilidades de interprete al traducir todo lo que improviso al alemán: