martes, 30 de marzo de 2010

El espectáculo más repugnante

El día de ayer tuve la fortuna de conocer a Gustavo Larios, presidente de la Asociación Mexicana por el Derecho de los Animales. Mi motivo al visitarlo era realizar una breve entrevista que necesitaba para mejorar un artículo que realizo para Treff3. Ya terminada la entrevista, nuestra plática se prolongó por horas, incluso me ofreció participar en debates sobre ética y no me pude negar.

Quizá sea un tema sumamente choteado, probablemente de desinterés para muchos, pero como francamente me encuentro en un paulatino abandono de este nimio blog, ya no escribo pensando en un público potencial, sino meramente por el gusto de hacerlo y así, aunque parezca reiterativo, tomaré el tema que más me impresionó ayer por la tarde: la corrida de toros.

No cabe duda que una de las herencias más repugnantes que dejó España a su paso es la tauromaquia, un “deporte” o “actividad cultural” que enaltece la figura “del matador” o “torero” por su osadía al enfrentarse a un animal previamente torturado. ¡oh, gran heroísmo! (eso fue sarcasmo)

Gustavo Larios encabeza al grupo anti taurino más importante de México, conoce a fondo la temática y ha estado presente en decenas de debates que condenan esta práctica deleznable.
Francamente desconocía mucho sobre el tema, sabía que era algo reprobable, que se escudaba bajo la pendeja idea de “ser una expresión cultural”, que era un evento sangriento y que, de manera obvia, habían muchos grupos pro-animales que sentenciaban aquel acto barbárico.

Pero ahora, conociendo las minuciosidades de “la fiesta brava”, no tengo la menor duda en unirme con ahínco a las protestas y movilizaciones para exigir un alto a un evento tan cruel y retrogrado como este.

Surgen cuestionamientos básicos: ¿Por qué llevar a un animal que sólo se guía por un instinto de supervivencia a una agonía sangrienta? ¿Qué mente enferma se puede deleitar con eso? ¿Acaso no representa el trastorno violento más vergonzoso?

Y no es sólo eso, la agonía comienza desde antes de que el toro salga a la plaza. Al coloso animal se le unta vaselina en los ojos para nublar su visión, se le clavan enormes arpones para que se desangre poco a poco, y para que cada movimiento le desgarre sus músculos. ¿Acaso eso es valentía? Además, los pobres caballos que “afrontan” al toro para que su jinete los pique, son sometidos a un previo corte de cuerdas vocales para que no impacten al público con agonizantes relinchidos de dolor. En fin, sólo queda decir ¡Basta!

Dejo aquí un video en el que un peruano expresa sun inconformidad por este abominable espectáculo: