miércoles, 9 de diciembre de 2009

Couchsurfing, mundo solidario y abierto. Segunda parte

Mientras transcurrían nuestros últimos días en Dublín nos aplatanamos gacho. En verdad, muy pocas hacíamos, alguna fiestilla, la típica rutina a los bares por la noche, muchas caminatas sin sentido con El Malacopa y mal alimentarnos con papás y hamburguesas. Aunque sabíamos que nuestro siguiente destino era Londres, poco hicimos por buscar hospedaje vía Couchsurfing. En aquel momento El Bodo, era quien tenía la experiencia vivencial sobre este menester, y yo, cómodamente esperé a que fuera él quien se ocupara de enviar solicitudes. Grave error, mi hermano estaba embelesado con la visita de su novia Marianini y el tiempo se escurrió sin prever nada sobre nuestro futuro inmediato.

Salimos rumbo a Londres el 6 de enero. Todo se improvisó de última hora. Ni siquiera teníamos un hostal donde llegar, quizá por desidiosos , quizá por amor a la improvisación. Antes de partir, ya con el tiempo en cima, se nos ocurrió enviar algunas solicitudes de hospedaje que no encontrarían respuesta o, en el mejor de los casos, producirían un sutil rechazo. ¡Bah!, terminamos por llegar a un hostal carísimo. El couch había fracasado en una magalópolis que tiene más 8 mil miembros.

Londres nos dejó tres enseñanzas couchsurferas: 1. La opción era enviar muchas solicitudes con considerable anticipación para que pegara alguna; 2. La realidad inocultable de que siempre será más sencillo que se hospede sólo a una persona que a dos, y; 3. La búsqueda minuciosa por un perfil convincente y compatible con nuestros intereses.
Porto
Ya frustrados en Reino Unido, pedimos alojamiento en Portugal, aunque al comienzo tampoco seríamos tan afortunados en el hospedaje. Antes de llegar a Porto, enviamos algunas solicitudes. Nadie podía recibirnos y acabamos en un pintoresco hotelucho supervisado por una tierna viejita chimuela. Entonces, mi hermano tuvo la ocurrencia de ir a un evento organizado por couchsurfers para integrarnos a su mundo, y quizá, si la suerte lo permitía, obtener el primer hospedaje con ellos.

¿Cuál..? No pescamos nada de hospedajes. Pero fue una bella noche, muy alegre y exhaustiva. Era el 10 de enero, y junto a Maria, Rita y Denisse, celebré el arribo de mi cumpleaños durante la media noche.

El 11 de enero será un grato recuerdo, los couchsurferos recién conocidos nos llevaron a una inolvidable puesta de sol; y al suspirar el último asomo de luz y comenzar la noche, nos invitaron a cenar a un restaurante de mariscos. Quedaba sorprendido por esa noble y genuina espontaneidad, por primera vez sentía la esplendidez del proyecto couchsurfing.


Con Rita Pinto y Maria Melo



Coimbra

En Coimbra todo salió bien, al fin obtuvimos couch. Nos recibió Carlos Moreira, un miembro experimentado, de esos que ya tienen toda una rutina metódicamente calculada para sus invitados. Nos citó en el centro de la bella plaza central y pasó a recogernos en su vochito, nos llevó a su depa y nos pidió que lo esperaramos mientras terminaba algunas labores.

Carlos nos dio un amigable tour por su pintoresca ciudad, charlamos y charlamos mientras conocíamos los sitios más memorables. Comimos en la insigne Universidade de Coimbra, donde exhibí un torpe espectáculo al derramar mi charola llena de sopa en medio del pasillo, no pasó nada grabe sólo el aplauso burlón de algunos estudiantes. Ya para concluir esa fructuosa jornada, fuimos con varios actores de teatro a brindar por Portugal -¡Saúde!-. No cabía duda que la mejor manera de conocer Coimbra era con Carlos, el couchsurfer más activo de todo Portugal.


Carlos Moreira


Leiria

Mi hermano conocía a una amiga couchsurfera en Leiria, una señora que en cierta ocasión se había quedado sin dinero en Dublín y por azares del destino había conocido a Sebastián, quien no dudó en ayudarle y le brindó un precario hospedaje. Lo que mi hermano no sabía, era que esa señora, Sandra, era una rica solterona excéntrica que estaba apasionada por couchsurfing. Quedó muy agradecida por la hospitalidad de mi hermano, y ahora esperaba ansiosa le llegada du llegada para corresponder de alguna manera con su detalle. Nos recibió con honores en su espaciosa casa. Abrió quesos, vinos; preparó una cena exquisita y nos llevó a escuchar fado a un típico restaurante de petiscos. Además, por si fuera poco, nos compartió un sinnúmero de detalles interesantísimos sobre la historia lusa y mundial, sus múltiples anécdotas viajeras y su ineterés por México. Quedé francamente sorprendido por su conocimiento literario, poético y cinéfilo. Nuevamente vivímos la magia de Couchsurfing.



Sandra Gaspar


Granada

Al abandonar Lisboa fuimos a España, pasamos cuatro días con el Malacopa en Sevilla y desde ahí nos fuimos a Granada, el último bastión español en manos de los musulmanes antes de que fueran definitivamente vencidos por los Reyes católicos.


En Granada la historia de Sandra se repitió. Mi hermano había hospedado por medio del couch a un alemán en Dublín, Cristopher Waltz, quien esta vez correspondía a tal gesto en Granada.


Cristopher fue muy amable, aunque vivía en bacarrota e incluso debía la renta de su piso. Tipo locuaz, espectacular bailarín de salsa y muy ambicioso, siempre hablaba de su sueño de querer hacerse rico. Es una figura, eso es incuestionable. Nos hospedó durante tres divertidos días.



Cristopher Waltz y sus dos compañeros mexicanos

Malaga


En Málaga conseguimos hospedaje con Félix Ceiba, un músico y deportista venezolano que nos trató con gran amabilidad. Quizá el couchsurfer más acogedor de todos los que haya conocido hasta ahora. Desde que llegamos intentó pagar todo lo nuesto, y no porque fuera rico, sino por mera solidaridad. Obviamente no lo permitimos aunque siempre insistió.

Félix no sólo nos hospedó a nosotos, también en su depa se quedaba una chica alemana couchsurfera, Saskia Linz, quien devino una inseparable amiga durante aquellos días andaluces.

Todas las noches, de manera indefectible, salíamos a un costado de la catedral de Málaga con una o dos botellas de vino, Félix tomaba su guitarra y cantabamos hasta perder la voz. ¡Que bello recuerdo!



Saskia Linz y Félix Ceiba

Kenifra

Después de España partimos a Marruecos vía ferri. En aquel país poco hicimos por tener la experiencia couchsurfing porque eramos cuatro y obviamente era díficil que alguien estuviera dispuesto a recibir a todo ese tropel.

Iban con nosotros Jimena y El Malacopa, quienes se mostraban un poco escépticos con todo lo relacionado a couchsurfing. No obstante había una persona en Kenifra que sí nos aceptó e incluso se mostraba animosa a llevarnos al desierto. Ingenuamente mi hermano y yo incitamos a nuestros compañeros para ir en pos de él a un pueblito rascuacho que poco tenía de atractivo, pero nos entusiasmaba mucho esa idea de conocer el desierto, los oasis y los caballos en el Sahara.

Al llegar a la estación de autobuses de Kenifra, encontramos al supuesto couchsurfero, un personaje mamón que ni siquiera preguntó nuestros nombres y nos metió como reses a un taxi que después nos hizo pagar. Fue la primera vez que me sentí inseguro, el chico no mostraba ningún rasgo de simpatía. Llegamos a su hogar, una casita humilde hecha de barro, y entonces el sujeto cambió su tono hóstil por gestos más amables. Nos invitó a ir al desierto de inmediato, eso nos gustó. Pero, poco a poco evidenció sus verdaderas intensiones, lo único que en realidad quería era vendernos un paquete turístico de 150 euros para obtener así una jugosa comisiones. Todos nos decepcionamos y no aceptamos su pésima oferta. Pasamos desilusionados la noche y nos fuimos por la mañana a Marrakesh. Era la otra cara de la moneda, conocer a alguien que utilizaba el noble proyecto de couchsurfing sólo para hacer negocio. ¡Bah!, de ese tipín ni siquiera tengo foto. Francamente desde que lo conocí me cayó mal.

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