martes, 29 de diciembre de 2009

Video oficial: Mochilazo por Jalisco y Nayarit

Mochileo por Nayarit

Nayarit poco figura en la historia nacional, la gente del centro raramente escucha algo relacionado a él, simplemente es lejano, pequeño y poco relevante. De ahí su encanto.

No pensaba siquiera ir a Nayarit, confieso que tampoco lo ubicaba muy bien en el mapa, pero los consejos de un gordito bonachón llamado El Fish, me animaron a conocerlo y lanzarme, por así decirlo, a lo desconocido.

Me acompañó el dúo belga Dorís-Hanne, con ellas abandoné Guadalajara y partí rumbo a Tepic por la noche. Llegamos a la impopular capital, la recorrimos en menos de una hora, ya que seguramente se trata de una de las ciudades-capital más pequeñas de la federación. Y así, casi a manera de tanteo, encontramos un hotelucho-pocilga que no costó más de 200 pesos por los tres. La regadera era inmunda, todos nos resistimos a tomar un baño por la mañana y salimos con la misma ropa a dar el rol por la ciudad. Poco hay que hacer en Tepic, ya se imaginarán, dos placitas sin gracia, una para su catedral, otra para su palacio de gobierno, en el que, sin temor a equivocarme, vi el mural más feo que haya encontrado hasta ahora, imagínense el tamaño del contra sentido: la imagen central era Emiliano Zapata (el más renombrado líder indígena que haya existido en el país) pintado con ojos azules. ¡Por la corona de espinas de Jescucrito! ¡Blasfemos!...

En fin, en cuestión de un par de horas abandonamos Tepic. Nuestro próximo destino: Santa María del Oro, un pueblito montañoso que se encuentra próximo al volcán homónimo. Tomamos nuestros primeros aventones en Pick-up, de esos que te hacen sentir más aventurero. Llegamos a un mirador para echar tranquilamente la fresca y meritoria chela, y después de reposar, descendimos hasta la bella laguna que yace en un cráter volcánico. Los hospitaliarios lugareños nos indicaron el lugar ideal para acampar y colocamos La Murciana (nombre de mi casa de campaña) a unos dos metros al borde del agua, dejamos en ella nuestras pertenencias y caminamos por un carreterita que bordea todo el cráter. Casi no había población, sólo algunos restaurantes que vendían la especialidad del sitio: chicarrón de pescado. Antes de comer, y ya con el ímpetu exaltado, decidimos bañarnos en la laguna; era precisamente lo que buscábamos, un sitio sin contaminación e incluso con fauna. Oh, que amenas horas aquellas, estuvimos nadando hasta que la tarde comenzó a languidecer. Volvimos a la casa de campaña, nos cambiamos la ropa húmeda y salimos nuevamente, esta vez a cenar y a ver las estrellas, el cielo era tan nítido que tuvimos la fortuna de ver una lluvia de éstas.

Al día siguiente partimos, esta vez con dirección a la playa. Fue un día gracioso, especialmente por los aventones que nos recogieron en la carretera. Primero fue una Pick-up que, por consecuencia lógica, no permitió el contacto con el chofer. El segundo aventón sí fue muy memorable, se trató de Armando, quien después fue rebautizado por mis compañeras belgas como “El hombre vulgar”, que para mí, y debo confesarlo, desde un inicio fue muy simpático, con un típico humor mexicano, medio libidinoso, con comentarios medio cochinones, pero finalmente divertido. Armando nos llevó a una barbacoa deliciosa y nos platicó muchísimo de su vida, incluso detalles ya demasiado íntimos para un primer encuentro. Hanne desde el comienzo se sintió incómoda y lo tildó de machista; para mí era claro que sólo quería hacerse el chistosito y nunca fue ofensivo, únicamente un fiel reflejo de la mentalidad mexicana. Pero eso sí, fue un PERSONAJE, así, con mayúsculas.

Armando nos dejó en un pueblito que se llama Chapalilla, desde ahí tuvimos que buscar el aventón definitivo hasta el mar; pero mientras eso ocurría, el debate sobre la vulgaridad de Armando se acrecentó. Hanne arremetía constantemente con el tema del machismo, y yo, al ver que esto de los aventones les había incomodado, les decía que la mayoría de los mexicanos eran así, y que, como regla general, los únicos que dan aventones son hombres. En eso, como si de una broma del destino se tratara, se detuvo una bella mujer de blusa negra y lentes enormes para ofrecernos aventón. -¿A dónde van chicos?- preguntó, a lo que Hanne respondió con fuerte acento extranjero – A la playa-, y la mujer guapetona con una idílica sonrisa nos dijo –Pues ya se rayaron, súbanse, que yo voy hasta Puerto Vallarta.- ¡Órale! Subí a su pequeño auto y lo primero que vi en mi asiento fue una botella vacía de cerveza tamaño cahuama, después otras dos latas vacías a mis pies y una más aún llena en el portavaso que la chica bebía de vez en cuando. ¡Órale! (por segunda vez), seguimos con la ruta. Rápidamente entablamos una amena conversación sobre rock, la verdad yo sabía poco, por lo que dejaba que ella hablara y hablara. La carretera era hermosa y al lado de ella aún más. Paramos a medio camino a comprar más chelas, el calor era agobiante y esos sorbos de cebada fermentada y fría sabían a gloria. Poco después, Andrea (así se llamaba) me preguntó –Luis, ¿tu fumas mota?- ¡Órale! (por tercera vez), yo me alcé de hombros y dije, -Sí, esporádicamente-. La plática continuó. Minutos después, mientras más íntima se volvía la conversación, ella sacó un churro y me lo ofreció, ¡cómo negarme!, le di un par de toques y aquel trayecto carretero devino una chifladura reflexiva. Andrea tenía excelente música, la carretera estaba llena de verdor y la plática interesante y elocuente. De la manera más amable, nuestra nueva amiga rockera nos recomendó Sayulita, una playa de surfistas y hippies donde sí podíamos acampar. Alea iacta est, obviamente ahí nos quedamos.

Instalamos La Murciana con particular alegría, la arena siempre ha sido mi sitio favorito para acampar. El sonido del mar, el atardecer, la atmósfera hippie y el efecto remanente que me seguía desde el automóvil de Andrea me hacían sentirme en un verdadero paraíso. Casi de manera instintiva entré al mar, el agua estaba deliciosa, las olas un poco agitadas pero a fin de cuentas agradables. Las belgas decían que nunca habían visto unas olas “tan agresivas”, pobres de ellas, tenían como única referencia el frío Mar del Norte y nunca habían experimentado un relajante baño de mar. Ya al atardecer, decidí correr de punta a punta la playita, en realidad era hermosa, al cruzarla imaginaba lo plácido que sería vivir ahí, con ese paisaje tan chevere que prácticamente inclina a una vida saludable con ejercicio y surf, un mundo relajado con rostros sonrientes y juguetones. Algún día viviré en el mar, ya lo he decidido.

Dimos una vueltita por el sitio, no lo había notado pero casi todos los turistas eran gringos. Sayulita es uno de esos lugares que tiene precios en dólares y las cartas de los restaurantes en inglés. De hecho era relativamente caro en comparación a los precios habituales en México, pero no tanto como para abstenerse de degustar unos suculentos tacos de pescado y camarón. Pasó la noche y nuevamente las estrellas resurgieron radiantes en un espectáculo que alguien de Ciudad de México siempre ha valorado, nada faltaba, todo era perfecto.

Al día siguiente preguntamos sobre esos típicos viajecitos lancheros para snorckelear y posiblemente avisorar alguna ballena perdida del Mar del Cortés, pero como era un lugar muy turístico, los precios eran estratosféricos. El regateo es una tradición mexicana, y seguramente con billete en mano hubiéramos conseguido una buena rebaja, así que fuimos a investigar más precios y reunir más gente para abaratar el costo del posible tour-estafa. A las primeras personas que les pregunté si estarían dispuestos a hacer un paseo en lancha con nosotros, fue a una pareja de argentinos que se mostraron fabulosamente amigables desde el comienzo. Poco a poco el tema de las lanchas pasó al olvido y hablamos de todo y nada: política, televisión, el Che Guevara, los zapatistas y el osado viaje que estos boludos habían hecho para cruzar América Latina. Los ches habían llegado a Sayulita en un automóvil viejito, tenían cerca de seis meses rodando y sus anécdotas eran tremendamente chistosas. Hicimos una buena amistad, juntos nos atardeció y decidimos ir al pueblo para brindar con unas cahuamas (cervezas de un litro) para después regresar a la playa y cantar con la guitarra inspirados por las estrellas. La canción de la noche: El himno zapatista. Caray, sí que fue una velada de curda…

lunes, 28 de diciembre de 2009

Mochileo decembrino. Primera Parte

Hoy ya no tenía pensado escribir, pero después de leer un mail de mis nuevos amigos argentinos que conocí en Sayulita y ojaer su blog repleto de anécdotas chuscas sobre El Gran Viaje del Renato (nombre de su auto que va desde Buenos Aires hasta Chihuahua), surgió el deseo de escribir sobre mi propia mini aventura mochilera.

Asimismo, los argentinos hacían hincapié en la nostalgia reflejada en mis últimas dos entradas, hecho que, efectivamente, sacudió en las postrimerías de mi viaje por Guadalajara en ciertos instantes; sin embargo, aquel mochilazo, bien vale un relato jocoso por sus múltiples peripecias y aventuras suscitadas al visitar bellos lugares, conocer buena gente, pedir aventones y acampar furtivamente.

Lo sé, éstas crónicas viajares no son del interés general, pero me vale, lo hago sólo por el gusto personalísimo de escribir. Bueno, pues ahí les va…

Todo comenzó el 18 de diciembre, día que abandoné el Valle de Anáhuac en pos de la capital tapatía, Guadalajara. Llegué por la mañanita del día 19 y me dirigí a Tlaquepaque, municipio en el que vive Hanne, la amiga belga que me iba a recibir. Aunque sus instrucciones habían sido claras, la zona que habita era una incógnita incluso para los propios tapatíos. Y después de andar pregunte y pregunte, terminé por perderme por más de cuatro horas. Al menos conocí bien Tlaquepaque, eso sí, lo recorrí de punta a punta. Poco a poco, y ya desesperado, me fui aproximando a una región muy pobre, exageradamente polvosa y atiborrada de grafitis. Al fin había llegado al barrio periférico de San José Artesanos.

Después de un arduo caminar, llegué a la dirección señalada, por fortuna me encontré a la familia que hospeda a Hanne, quienes me reconocieron y me dieron alojo hasta que apareció Hanne unas horas después.

Hanne realiza junto a Dorín (otra chica belga) una especie de servicio social con niños de escasos recursos; prepara juegos, da clases de inglés, e intenta difundir el compañerismo entre ellos. Noble tarea, aunque diminuta ante la difícil realidad del barrio.

No perdimos el tiempo y fuimos a conocer propiamente Guadalajara, monstruo urbano que comienza a padecer las problemáticas del DF, pero que, sinceramente, aún sigue siendo muy pequeño en comparación al gigante de Anáhuac. Fuimos al centro, visitamos los lugares típicos, comimos tortas ahogadas y bebimos tejuino y tepache. Fue ameno, la ciudad tiene su encanto; pero lo mejor, fue habernos topado con El Fish, un amigo de Hanne que nos habló de las bellezas de Nayarit, sobretodo la laguna de Santa María del Oro situada en un cráter volcánico y las playas hermosas del Pacífico. Yo, sin hablar seriamente, les comenté a las belgas que se animaran a hacer un mochilazo conmigo y mi diminuta casa de campaña (herencia de Ana Caballero). Al comienzo titubearon, supuestamente tenían saturado su horario por el servicio social y les sería imposible lanzarse por varios días; entonces yo, de manera lúdica, comencé a insistir un poquito y a especular soluciones bobas y pretextos vanos para los niños que se quedarían sin juegos si ellas faltaran. Para mi sorpresa, las belgas aceptaron casi inmediatamente ir en pos de la aventura nayariteca, y rápidamente hicieron carteles para avisar a los niños que se tomarían unas micro vacaciones para hacer un viaje que se vislumbraba prometedor. Todo se planeó en caliente, y al día siguiente partimos a Tepic...


Hanne y su colonia, San José Artesanos en Tlaquepaque



Con las dos belgas en el Teatro Santos Degollado

viernes, 25 de diciembre de 2009

Mi canción favorita en 2009

Hoy, al caminar por última ocasión por las calles bulliciosas del centro histórico de Guadalajara, escuché ésta canción que representa un significativo cambio en mi vida y la ilusión, ya permanente, de continuar soñando...


jueves, 24 de diciembre de 2009

Noche nostálgica

Escribo desde los arrabales de Guadalajara, para ser más especifico, desde el barrio de San José Artesanos en el municipio de Tlaquepaque. Quizá ésta podría ser una noche normal y ahora estaría reflexionando sobre otras tantas cosas; Pero no, es navidad, quizá la celebración más arraigada dentro de nuestra decadente cultura occidental.

¿Qué es Navidad? Bueno, quien lee esto ya lo sabe y no entraré en obviedades ni controversias académicas. Lo único que diré es que, en su esencia, se trata de una celebración religiosa. No me molesta eso, finalmente las celebraciones perduran aunque se desdibujen en el imaginario colectivo el origen mítico de esta fiesta. En realidad, en mi caso, jamás se trató de una noche religiosa, quizá, por así decirlo, siempre la he visto como una cena pre-programada en el calendario decembrino que durante mi niñez siempre esperé con ansias, sólo por un motivo: La llegada de Santa Claus y sus regalos. Pero cuando crecí, inevitablemente, perdió su gracia. No podría decir que me la he pasado mal desde que el viejo de los regalos desapareció, pero tampoco enaltecería tanto una noche que efectivamente, es ser divertida, pero sólo eso, no deja de ser una cena y ya.

Pero hoy, desde los aposentos de dos chicas belgas que me albergan a una considerable distancia de mi Valle de Anáhuac, una sensación de carencia irrumpe mi ánimo exaltado de los últimos días. Veo que en casi todos mis conocidos navidad es un evento muy importante, realmente lo posicionan como “la noche familiar del año” y eso me descoloca mucho. Sí, muchos suelen decir (aunque ni sean cristianos) “Para mi familia es la fecha en que más nos unimos, en que más solidaridad sentimos, en la que es imperdonable faltar y bla bla…” Entonces inevitablemente pienso en mi familia y recuerdo los platillos que suele preparar mi madre, las imágenes de todos nosotros bailando, riéndonos, departiendo, y todo me genera cierta melancolía.

Pareciera que mi familia nunca se ha tomado tan en serio esta fecha. Lo cual no me aflige, por el contrario, creo que me gusta la idea de navegar contracorriente. Nunca hacemos ese absurdo y ultraconsumista reparto de regalos ni prendemos luces de bengala o vamos a misa. Ahora, ya ni árbol de Navidad ponemos (y mejor así, la verdad) Pero caray, aunque todo eso no diga mucho para mi, creo que debería de estar con allá con ellos, discutiendo con la niña, parloteando con el Bodo, abrazando a la Mamma y debatiendo sobre Peje con Giussepe. Los quiero y los extraño. Ya estaremos juntos en el año nuevo.

domingo, 13 de diciembre de 2009

Alejandra Urquieta y el Tecktonik

Les presento el nuevo reto de mi hermana: Bailar la tecktonik.

Del ocio mañanero de un sábado cualquiera, tuvo la ocurrencia de crear un nuevo blog en el que irá mostrando su desarrollo en esta danza de vanguardia.

Les presento a continuación los primeros pasos de este nuevo reto:

sábado, 12 de diciembre de 2009

Virgen de Guadalupe, una mentirota del tamaño de México

Años atrás, me impactó mucho un documental que hablaba del fanatismo religioso en Nápoles, Italia. Veía con impacto esas prácticas medievales de autoflagelación y otras muestras de dolor innecesarias que tenían por fín obtener la misericordia de alguna divinidad celestial. La celebración de aquel programa era sobre el 19 de septiembre, día de San Gennaro, patrono de la de Nápoles. Según la mitología cristiana, el tal Gennaro fue un fervoroso obispo cristiano que cayó en las manos de las autoridades romanas durante la última gran persecución de cristianos (305dC). Fue cruelmente lanzado a una arena con leones hambrientos que, en vez de devorarlo, se comportaron como mansas ovejitas y no le hicieron nada. El público sediento de sangre, exigió que se asesinara a aquel brujo, fue así que las autoridades ordenaron su decapitación en la misma plaza. Su sangre inevitablemente corrió por la arena, y el más fiel de sus seguidores recogió un poquito y la colocó en un frasquito. Con el tiempo se santificó a Gennaro, y hoy en día, cada 19 de septiembre se celebra en la catedral de Nápoles una homilía en la que, supuestamente, se puede presenciar un verdadero milagro: El obispo toma aquel frasquito viejo con la sangre del mártir y lo alza frente a los feligreses, quienes rezan piadosamente hasta que se visualiza el milagro, ¡Oh, gloria celestial! La composición sólida y negruzca del contenido del frasquito obtiene un tono rojizo vivificante. La sangre de San Gennaro sigue ahí, frente a los ojos de todos; y ya se imaginarán lo que pasa: se desmayan las viejitas, los italianos gritan -¡Miracolo di Dio!- y se celebra una gran fiesta. Al ver todo eso pensé que me encantaría estar ahí, sólo por morbo, compartir ciegamente esa pasión desatada, y ver la generosidad festiva y momentánea de tantos feligreses ingenuos. Aunque inmediatamente reparé que en mi monstruosa Ciudad de México también existe una celebración masiva que se celebra el 12 de diciembre, posiblemente un poco más chafa, pero existente.

En mi dichoso Valle de Anáhuac, recién terminada la matanza perpetrada por cientos de españoles traicioneros y ambiciosos lidereados por Hernán Cortés, se intentó amarrar espiritualmente a los indígenas que estaban devastados anímicamente por una conquista forzada. Entonces, alguien tuvo la ocurrencia de crear un símbolo que sirviera de puente entre los indígenas y las divinidades europeas, de ahí provino la Virgen de Guadalupe.

Cuando era niño pensaba que la Virgen de Guadalupe era una especie de diosa mexicana, pero después me dijeron en mi escuela marista que se trataba de la misma Virgen María, es decir, la mamá de Jesús. No entendía por qué la mamá de Jesús de repente se hizo morena y se apareció por aquí. La respuesta ahora la sé, se trató de una simple política de alienación para controlar a los indígenas. No es casual que el lugar de actual veneración a la guadalupana sea el mismo que antiguamente utilizaron los mexicas para adorar a Coatlicue, madre de Huitzilopochtli, deidad redentora de los pueblos de Aztlán. Se trató de un artero acto político que utilizó los hábitos indígenas para facilitar la dominación espiritual.

Lógicamente los astutos españoles se inventaron una leyenda para sostener la transición Coatlicue-Guadalupe, que es, en pocas palabras, la siguiente: En 1531, un indígena converso rebautizado como Juan Diego, iba caminando solitario por las colina del Tepeyac para llegar a la misa dominical en la Iglesia de Santiago Tlatelolco, y de repente, de entre los matorrales, escuchó una música celestial que emanaba de una mujer hermosa (claro que no podía ser fea; ya ven que uno de los vicios más recurrentes y poco criticados de la cultura occidental es vincular lo bonito con lo bondadoso). Esa mujer le dijo que tenía ganas de que en ese lugar se le construyera un templo de veneración, y le encomendó que se lo planteara al obispo de la recién conquistada Tenochtitlán, ahora en proceso de sepultura para dar paso a la actual Ciudad de México. Obviamente nadie le creyó nada a Juan Diego. Después, nuevamente se encontró a la mujer, quien le preguntó por su templo, Juan Diego, avergonzado le dijo que nadie le había creído y le habían tildado de loco; pero la mujer, aferrada en que le construyeran su templecito, forzó la situación y le pidió a Juan Diego que regresara a hablar con el obispo, sólo que esta vez con una prueba que revelara un mandato divino. Juan Diego, sumiso y obediente, hizo lo encomendado, recogió unas rosas de castilla en su manto y fue nuevamente con el obispo. Esta vez pasó directamente con él, sin muchas palabras mostró las rosas que le había dado su patrona, y ¡zaz! que se produce el milagro, las rosas habían dejado marcada la imagen sagrada de la Virgen morena. Se trataba notablemente de una pintura no muy realista, pero no importó, los estándares estéticos de la época eran eso, quizá si hoy "hubiera ocurrido el milagro" tendríamos una fotografía nítida, no importa. El hecho es que la Virgen imprimió su propia imagen en el manto para ser venerada. Mucha vanidad ¿no? Y ahí acaba la historia, no es nada gloriosa, sólo un anhelo de “un ser divino” por ser venerado. Principio que por cierto va en contra de la base monoteísta de la propia cristiandad, pero ya nadie lo cuestiona. El catolicismo promueve la idolatría ¿y qué…?

Si se preguntan sobre la vida de Juan Diego después de haber cumplido su mandato, la verdad nadie lo sabe. Seguramente murió pobre y en el cielo Dios y Gadalupe lo apapacharon. En realidad los escritos sobre este personaje indígena aparecieron ciento cincuenta años después. Es como si ahora yo me pusiera a especular sobre la vida de los hijos de Benito Juárez sin poseer ninguna referencia histórica, sólo con el fin de justificar algo injustificable.

En realidad este mito difícilmente puede ser situado en una temporalidad histórica, incluso en 1996 el propio ex Abad de la Básilca de Guadalupe, Guillermo Schulenburg, afirmó que todo lo relacionado a Juan Diego se trataba de un invento; por lo tanto negó la existencia de la tal Virgen de Guadalupe, porque Juan Diego, en teoría, fue el único que la vio. Esto provocó ira e indignación de varios guadalupanos que protestaron la inmediata remoción del Abad por su falta de fe. Tenemos aquí el ejemplo claro que incluso cuando la iglesia intenta ser honesta y dice abiertamente que sus fábulas fueron inexistentes, los propios cretinos engañados defienden una vida en la mentira.

Desoyendo a Schulenburg, y con el afán de aumentar su poder en México, la Iglesia Católica canonizó al personaje ficticio de Juan Diego. Pero hasta en eso les falló la mínima lógica y seleccionaron la peor imagen posible para representar a un indígena mexicano. Quizá ni siquiera se cuestionaron en ello, pero los indígenas son en su mayoría lampiños, la barba cerrada es una característica europea, no tiene nada que ver con la realidad fisionómica indígena. Además, se malbarato penosamente el titulo de Santo, que antiguamente se otorgaba a los más aguerridos defensores de la cristiandad, a los mártires. En el caso de Juan Diego se trató de un simple mensajero que al parecer no tuvo ningún elemento virtuoso, quizá sumisión y obediencia.

12 de diciembre, me fui a ver a la virgencita

Esta fecha por primera vez quise conocer de cerca la pasión (o ignorancia) mexicana y fui a la Basílica de Nuestra o Señora de Guadalupe. Los cálculos de la Delegación Gustavo A. Madero indicaban que esa noche se congregarían aproximadamente siete millones de personas. Sí, suena absurdo pero así se decía. Llegué en metro con mi amigo Jordy y no tuvimos ningún problema para entrar a la Basílica que tiene un espacio para 50 mil personas. Dimos el rol por el lugar, vimos a gente con esas absurdas actitudes medievales y oscurantistas al martirizarse con largos trayectos hechos con las rodillas al desnudo. Subimos al cerro del Tepeyac y descendimos por el sitio que ostenta la imagen escultórica que entraña todo el simbolismo del lugar: la subordinación de nobles guerreros indígenas postrados ante la deidad de los conquistadoras, la impuesta Virgen de Guadalupe. Uf, en ocasiones una imagen sí dice más que mil palabras.

Ya de regreso quisimos ser participes en las peregrinaciones, no había muchos cánticos, quiero suponer que la gente ya iba muy cansada y ansiosa por llegar. Lo que sí había y me conmovió, fue una gran cantidad de personas que se solidarizaba con los peregrinos y les regalaba agua, atole, tortas, tamales, panes, cafés, etc. Eso sí, dejando un marranero a su paso.

Caray, escribí mucho y quiero salir a un evento de Greenpeace. Sin embargo, antes me gustaría hacer una reflexión final: Muchas personas creen que la religión católica no hace daño a la gente, más bien, orienta y promueve la armonía en la sociedad; quizá tengan un poquitito de razón. No obstante, considero que toda alienación ciega tiende a lo negativo, la dogmatización de la vida lleva a la intolerancia y a la incapacidad de un diálogo basado en preceptos racionalmente planteados. No hace falta tener un poco de criterio para darse cuenta que la Virgen de Guadalupe es una gran mentira histórica y un gordo negocio para la Iglesia católica. Finalmente, eventos como este reflejan que, nosotros como mexicanos, seguimos siendo un país muy atrasado, semibárbaro y poco crítico; y de seguir así continuaremos siendo una democracia disfuncional y una porquería de país. ¿La culpa es de los peregrinos? No del todo, ellos lo hacen por candidez y manipulación. Habría muchas direcciones para apuntar con mi dedo flamígero en la búsqueda de culpables. Y quizá, en el fondo, a muchos les conviene que las cosas sigan así, que los borreguitos sigan dando su espectáculo anual mientras que otros están en su casa viendo la televisión.

Ya de colofón vean este trailer de una película espantosa que esta ahora en cartelera sobre el robo de la imagen sagrada de la Virgencita. Júzgenlo por ustedes mismos.








miércoles, 9 de diciembre de 2009

Couchsurfing, mundo solidario y abierto. Segunda parte

Mientras transcurrían nuestros últimos días en Dublín nos aplatanamos gacho. En verdad, muy pocas hacíamos, alguna fiestilla, la típica rutina a los bares por la noche, muchas caminatas sin sentido con El Malacopa y mal alimentarnos con papás y hamburguesas. Aunque sabíamos que nuestro siguiente destino era Londres, poco hicimos por buscar hospedaje vía Couchsurfing. En aquel momento El Bodo, era quien tenía la experiencia vivencial sobre este menester, y yo, cómodamente esperé a que fuera él quien se ocupara de enviar solicitudes. Grave error, mi hermano estaba embelesado con la visita de su novia Marianini y el tiempo se escurrió sin prever nada sobre nuestro futuro inmediato.

Salimos rumbo a Londres el 6 de enero. Todo se improvisó de última hora. Ni siquiera teníamos un hostal donde llegar, quizá por desidiosos , quizá por amor a la improvisación. Antes de partir, ya con el tiempo en cima, se nos ocurrió enviar algunas solicitudes de hospedaje que no encontrarían respuesta o, en el mejor de los casos, producirían un sutil rechazo. ¡Bah!, terminamos por llegar a un hostal carísimo. El couch había fracasado en una magalópolis que tiene más 8 mil miembros.

Londres nos dejó tres enseñanzas couchsurferas: 1. La opción era enviar muchas solicitudes con considerable anticipación para que pegara alguna; 2. La realidad inocultable de que siempre será más sencillo que se hospede sólo a una persona que a dos, y; 3. La búsqueda minuciosa por un perfil convincente y compatible con nuestros intereses.
Porto
Ya frustrados en Reino Unido, pedimos alojamiento en Portugal, aunque al comienzo tampoco seríamos tan afortunados en el hospedaje. Antes de llegar a Porto, enviamos algunas solicitudes. Nadie podía recibirnos y acabamos en un pintoresco hotelucho supervisado por una tierna viejita chimuela. Entonces, mi hermano tuvo la ocurrencia de ir a un evento organizado por couchsurfers para integrarnos a su mundo, y quizá, si la suerte lo permitía, obtener el primer hospedaje con ellos.

¿Cuál..? No pescamos nada de hospedajes. Pero fue una bella noche, muy alegre y exhaustiva. Era el 10 de enero, y junto a Maria, Rita y Denisse, celebré el arribo de mi cumpleaños durante la media noche.

El 11 de enero será un grato recuerdo, los couchsurferos recién conocidos nos llevaron a una inolvidable puesta de sol; y al suspirar el último asomo de luz y comenzar la noche, nos invitaron a cenar a un restaurante de mariscos. Quedaba sorprendido por esa noble y genuina espontaneidad, por primera vez sentía la esplendidez del proyecto couchsurfing.


Con Rita Pinto y Maria Melo



Coimbra

En Coimbra todo salió bien, al fin obtuvimos couch. Nos recibió Carlos Moreira, un miembro experimentado, de esos que ya tienen toda una rutina metódicamente calculada para sus invitados. Nos citó en el centro de la bella plaza central y pasó a recogernos en su vochito, nos llevó a su depa y nos pidió que lo esperaramos mientras terminaba algunas labores.

Carlos nos dio un amigable tour por su pintoresca ciudad, charlamos y charlamos mientras conocíamos los sitios más memorables. Comimos en la insigne Universidade de Coimbra, donde exhibí un torpe espectáculo al derramar mi charola llena de sopa en medio del pasillo, no pasó nada grabe sólo el aplauso burlón de algunos estudiantes. Ya para concluir esa fructuosa jornada, fuimos con varios actores de teatro a brindar por Portugal -¡Saúde!-. No cabía duda que la mejor manera de conocer Coimbra era con Carlos, el couchsurfer más activo de todo Portugal.


Carlos Moreira


Leiria

Mi hermano conocía a una amiga couchsurfera en Leiria, una señora que en cierta ocasión se había quedado sin dinero en Dublín y por azares del destino había conocido a Sebastián, quien no dudó en ayudarle y le brindó un precario hospedaje. Lo que mi hermano no sabía, era que esa señora, Sandra, era una rica solterona excéntrica que estaba apasionada por couchsurfing. Quedó muy agradecida por la hospitalidad de mi hermano, y ahora esperaba ansiosa le llegada du llegada para corresponder de alguna manera con su detalle. Nos recibió con honores en su espaciosa casa. Abrió quesos, vinos; preparó una cena exquisita y nos llevó a escuchar fado a un típico restaurante de petiscos. Además, por si fuera poco, nos compartió un sinnúmero de detalles interesantísimos sobre la historia lusa y mundial, sus múltiples anécdotas viajeras y su ineterés por México. Quedé francamente sorprendido por su conocimiento literario, poético y cinéfilo. Nuevamente vivímos la magia de Couchsurfing.



Sandra Gaspar


Granada

Al abandonar Lisboa fuimos a España, pasamos cuatro días con el Malacopa en Sevilla y desde ahí nos fuimos a Granada, el último bastión español en manos de los musulmanes antes de que fueran definitivamente vencidos por los Reyes católicos.


En Granada la historia de Sandra se repitió. Mi hermano había hospedado por medio del couch a un alemán en Dublín, Cristopher Waltz, quien esta vez correspondía a tal gesto en Granada.


Cristopher fue muy amable, aunque vivía en bacarrota e incluso debía la renta de su piso. Tipo locuaz, espectacular bailarín de salsa y muy ambicioso, siempre hablaba de su sueño de querer hacerse rico. Es una figura, eso es incuestionable. Nos hospedó durante tres divertidos días.



Cristopher Waltz y sus dos compañeros mexicanos

Malaga


En Málaga conseguimos hospedaje con Félix Ceiba, un músico y deportista venezolano que nos trató con gran amabilidad. Quizá el couchsurfer más acogedor de todos los que haya conocido hasta ahora. Desde que llegamos intentó pagar todo lo nuesto, y no porque fuera rico, sino por mera solidaridad. Obviamente no lo permitimos aunque siempre insistió.

Félix no sólo nos hospedó a nosotos, también en su depa se quedaba una chica alemana couchsurfera, Saskia Linz, quien devino una inseparable amiga durante aquellos días andaluces.

Todas las noches, de manera indefectible, salíamos a un costado de la catedral de Málaga con una o dos botellas de vino, Félix tomaba su guitarra y cantabamos hasta perder la voz. ¡Que bello recuerdo!



Saskia Linz y Félix Ceiba

Kenifra

Después de España partimos a Marruecos vía ferri. En aquel país poco hicimos por tener la experiencia couchsurfing porque eramos cuatro y obviamente era díficil que alguien estuviera dispuesto a recibir a todo ese tropel.

Iban con nosotros Jimena y El Malacopa, quienes se mostraban un poco escépticos con todo lo relacionado a couchsurfing. No obstante había una persona en Kenifra que sí nos aceptó e incluso se mostraba animosa a llevarnos al desierto. Ingenuamente mi hermano y yo incitamos a nuestros compañeros para ir en pos de él a un pueblito rascuacho que poco tenía de atractivo, pero nos entusiasmaba mucho esa idea de conocer el desierto, los oasis y los caballos en el Sahara.

Al llegar a la estación de autobuses de Kenifra, encontramos al supuesto couchsurfero, un personaje mamón que ni siquiera preguntó nuestros nombres y nos metió como reses a un taxi que después nos hizo pagar. Fue la primera vez que me sentí inseguro, el chico no mostraba ningún rasgo de simpatía. Llegamos a su hogar, una casita humilde hecha de barro, y entonces el sujeto cambió su tono hóstil por gestos más amables. Nos invitó a ir al desierto de inmediato, eso nos gustó. Pero, poco a poco evidenció sus verdaderas intensiones, lo único que en realidad quería era vendernos un paquete turístico de 150 euros para obtener así una jugosa comisiones. Todos nos decepcionamos y no aceptamos su pésima oferta. Pasamos desilusionados la noche y nos fuimos por la mañana a Marrakesh. Era la otra cara de la moneda, conocer a alguien que utilizaba el noble proyecto de couchsurfing sólo para hacer negocio. ¡Bah!, de ese tipín ni siquiera tengo foto. Francamente desde que lo conocí me cayó mal.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Experiencia couchsurfing. Primera parte

Tres años atrás, un amigo queretano quería presentarme a tres simpáticas brasileñas. Me agradó la idea y concretamos una cita en el centro histórico, específicamente, en una cafetería de un elegante edificio Art Decó que se encuentra en frente del Palacio de Bellas Artes.

Llegué más temprano de lo acordado, ordené un café expresso y aparté una mesa. En soledad, di un par de sorbos revitalizadores y pensé en el caos que me rodeaba: la Ciudad de México, el gran monstruo de América. Estaba ahí, solo, observando un valle de Anahuac empequeñecido ante mis ojos. Podía ver desde mi mesa la emblemática Alameda, la Torre Latinoamericana, Tlatelolco, Garibaldi y las torres de la catedral metropolitana; y todo, recubierto por aquel típico manto de smog ¡maldito aire impuro! No obstante, pensaba que aquel era un tremendo sitio para presentarle a los extranjeros mi inclemente y contrastante urbe.

Aparecieron las brasileñas un poco tarde. Me levanté y las salude amigablemente – Boa tarde eu sou Luis, sejam bem vindas na Cidade do México- Y ellas, del mismo modo, celebraron aquel bello panorama – Luiz, muito prazer e parabéns pela escolha este lugar é bonito demais.-

Falamos por horas sobre Brasil, México, política, anécdotas y viajes; y fue con los viajes que una de las chicas comenzó a relatar sus maravillosas aventuras mochileras através de Europa, en las que, según ella, por medio de internet existía un método para conectar a desconocidos solidarios que te permitían hospedarte gratuitamente en sus casas. Surgió mi natural escepticismo. Creía que era bastante bueno para ser verdad, y que probablemente aquella chica era medio mitómana. En fin, de cualquier manera me quedé muy curioso y le pedí la dirección en internet para verlo por mi cuenta, ella me anotó el nombre de la página en un papelito y después se me perdió.

Meses más tarde, a inicios del 2007, surgió la inquietud con Jordy de consolidar por primerísima vez un mochilazo a Europa. Aún lo veía lejano, pero mis padres, sopresivamente, me dieron luz verde para comprar los boletos de avión y largarnos a veranear. Fue ante esa circunstancia que recordé aquella plática con la brasileña, entonces lo comenté con Jordy, quien también había escuchado algo similar e incluso sabía el nombre de la página: couchsurfing. Nos inscribimos y comenzamos a solicitar algún hospedaje en Madrid y Paris. En ambos nos rechazaron y no insistimos más. En realidad ya teníamos una ruta regularmente definida con ciertos amigos que nos recibirían y no necesitábamos tanto del couch; además, sinceramente, nos daba desconfianza y por eso desistimos.

En el verano del 2008, llegó el turno mochilero de mi hermano Sebastián, quien también pretendía recorrer el viejo continente. Su viaje sería más ambicioso y duradero. Pensaba quedarse diez meses y trabajar por allá. No tenía nada definido y se sentía desesperado por estar a la deriva. Entonces, una noche al verlo conectado a internet, le comenté sobre couchsurfing, aquel método que yo desconocía pero que, quizá, podría ayudarle un poco. Mi hermano, notablemente ansioso, entró a la página, se inscribió en caliente y comenzó a enviar solicitudes de hospedaje a Dublín. Fue aceptado inmediatamente por un brasileño, y a partir de ese momento, su largo viaje europeo quedaría sellado por couchsurfing project.

Alcancé a mi hermano en Dublín en diciembre del 2008. “El Bodo” vivía plácidamente en un amplio departamento al lado de Liffey river, muy próximo a Temple Bar (prácticamente en el centro de la ciudad). En la capital irlandesa había un grupo muy unido de couchsurfers, un clan solidario y fiestero del cual, por supuesto, mi hermano ya era un miembro infalible. Gracias al contacto con los couchsurfers, Sebastián había obtenido un buen trabajo y decenas de amistades. Ya cuando lo visité en la isla esmeralda, mi hermano estaba en la cúspide de su popularidad.

Bodostián en frente de su ex departamento, al lado de Liffey river.



Pronto me integraría de lleno a la experiencia couchsurfing…

CONTINUARÁ....